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vía Daniel Estulin — Blogs, Imágenes y más en WordPress.

Las carretera son vias de transporte y comunicación.

El número de carreteras y su calidad es escaso, en relacción a la cantidad de vehiculos circulantes, esto hace que el espacio que a tu vehículo le corresponda en ellas sea menor, estarás más tiempo en contacto con otros vehículos y por consiguiente tendrás más riesgos.

Es tan importante prestar atención al que va delante, al de detrás o al que viene de frente como a tí mismo.

Somos seres humanos tan propensos a cometer errores y manejando maquinas imperfectas que la concentración debe ser constante; en caso de agotamiento para y descansa.

Dicen funcionarios, administrativos, políticos y banqueros, que es normal cometer errores porque somos seres humanos y por tanto imperfectos; pero eso lo dicen para justificar sus neglicencias, por que a ellos no les supone ningún coste el error cometido, ya que las consecuencias las pagas tú.

En  carretera sus incapacidades no tienen justificación; un insignificante error (ejem: un pestañeo por somnolencia) como mínimo les costará 4 veces más su valor, cuando no su vida, las de sus seres queridos y de otras personas que esten en ese mismo momento, allí.

                                                                                                                        

Más causas.
– La somnolencia y el sueño.
– Evasión mental a problemas familiares, amorosos, laborales, económicos…Nuestra cuerpo conduce,   nuestra  mente  vuela; mal rollo. Es algo natural, que hay que tener siempre en cuenta y encauzar.
– Problemas de salud, mareos, paros cardiacos y embolias cerebrales.
– Despite por coger algo que se cae al suelo (tabaco, mechero, cd, telefono, pastillas, dinero).
– Esceso de velocidad, alcohol y drogas (porros, pastillas y coca).
– Mal estado del vehiculo (dirección, neumaticos, motor, averias en general).
– Conducir por nacionales y comarcales guiandote por la linea del medio; otro que venga igual en   sentido contrario en una curva y ya hay muchas probabilidades de colisión.
– Derrapes y pérdidas de control por mal estado de las carreteras (baches, arena, gravilla, obras,   aceite y gasolil en curvas, asfalto  liso) e inclemencias del tiempo (aire,lluvia, granizo, nieve).
– Falta de experiencia, poco rodaje, exceso de confianza, piques.
– Peatones, ciclistas,conductores que andan demasiaso despacio y otros que desaceleran mucho para ver   qué pasa, se despistan y provocan nuevos accidentes.

Como hemos dicho más importante de como vas tú, es como viene el otro.

La  carreteras son semejantes a la circulación sanguínea, por arterias y venas circulan un montón de elementos de una forma constante, fluida y ordenada;así debe ser en ruta,con los agentes de tráfico y de obras  garantizando esa fluidez. Lo que hacen ahora estos dos estamentos es saquearnos los bolsillos y poner todo tipo de trabas, trampas y obstaculos a la circulación; sin hacerse nadie cargo de los prejuicios causados.

Harán todo lo posible para sacar nuevas infracciones y que las continues infrigiendo; tu vida no les interesa lo más mínimo, tu pasta y lo que le cuesta tu muerte en carretera, si.

Dicen que es hora de ponerles denuncias constantes, por cada agravio, obstaculo o mínimos accidentes sufridos en carretera (mal estado, obras mal organizadas, falta de recursos o mala planificación como la nieve, ect….) y a los agentes por causar depresión debido a su continuo acoso, persecución y mal trato (más que delincuentes nos tienen), con el único fin de recaudar. Hechas con nombre y apellidos; como mínimo se acabará con esta evasión de responsabilidad de funcionarios; quien la haga que la pague.

Adopta un ritmo constante adecuado a tu estilo, forzarás al que te adelante a ir más rápido que tú o que se quede tras tuya (tendrás tu espacio vital libre); controla tu area de influencia a menudo por los tres espejos retrovisores (delante, atras, al lado, de frente); en la media de lo posible trata de ir solo en carretera; evita caravanas, vehículos que van más despacio de lo debido, adelantar dos veces al mismo vehículo, ir paralelo a coches, motos, autobuses, camiones … al adelantar haz la maniobra lo más rápidamente posible (puede sucederles algo en ese momento y te arrollarán).

                                                                                                           

En resumen anda todo lo que puedas dentro de la ley, de tus posibilidades  y deja andar.

La somnolencia es una de las principales causas de accidentes; es ese segundo en que no puedes resistirte a cerrar los ojos y te despierta el ruido de la raya continua acompañado de  un brusco volantazo para salir del arcén. Como se combate:

-Abre la ventanilla que te de el aire fuerte  y pon música potente.
-Para da un paseo y respira hondo, come una fruta fresca (naranja o manzana) si llevas.
-Toma un café cargado, una coca-cola o ambos, come pipas acabarás con los ojos abiertos como platos.

Practica los derrapes en terreno seguro (campo, descampado, asfalto, cemento y zonas habilitadas para ello), tanto en seco como mojado, no quites la vista de la carretera aunque cambie la dirección del coche, el giro de manos incosnciente unido a ese punto fijo hará que el coche vuelva a su sitio; hazte un experto, así cuando llegue el momento estarás preparado/a. 

ZONAS DE CIRCULACIÓN:

-Ciudades y poblaciones.
-Carreteras nacional.
-Carreteras comarcales.
-Carreteras locales.
-Autovias de 2, 3 o 4 carriles en una dirección.
-Pistas, montes y carreteras de montaña.

VEHICULOS DE CIRCULACIÓN:

– Bicicletas.
– Motos baja y alta cilindrada.
– Furgonetas paquetería y alimentos.
– Coches carretera y todo terreno.
– Caravanas y autocaravanas.
– Mini coches.
– Tractores y cosechadoras.
– Autobuses de pasajeros ciudad y ruta.
– Camiones y trailers de obras.
– Camiones de alimentación (cisternas, ganado, frigorificos), de mercancías (lona) y especiales  (gondolas),para transporte de eólicos, dumpers, excavadoras, ect.

Dependiendo del vehiculo y la zona de circulacción la concentración es prioritaria;  para no cansarte alterna controlar el tiempo, la distancia recorrida, el consumo, la velocidad, las revolucciones y el resto de indicadores del cuadro de tu vehículo; con vistazos contínuos por los tres retrovisores sobre quién se acerca  y cómo.

Hay que tener bien claras unas diferencias y prioridades.

Por la semana el tráfico es de trabajo en corta, media y larga distancia (transporte de todos los tipos de mercancías, materiales, servicios y personas que ves a tu alrededor) a la que se dedican un montón de profesionales; que hacen que tengas a tu disposición inmediata un sinfín de productos y servicios.

Personas desplazandose a su lugar de trabajo o de compras en  corta, mediana distancia.

Personas desplazandose por ocio, tranquilidad y relax  a corta, media y larga distancia poco por la semana y abundante los fines de semana.

Durante los fines de semana y festivos suelen darse los tres elemntos juntos, de hay que halla más riesgos y accidentes.También influye el acorte horario del trafico pesado obligando a muchos más vehiculos circular a las mismas horas diurnas,  podian aprovechar la noche para el tráfico profesional y las obras. Esto es el resultado de legislar una pandilla de patanes que de volante entienden, que quizás sea la vuelta de la falda de su mujer.

No puede tener el mismo domínio, control y reflejos, alguien que conduce por ciudad para ir al trabajo y el fin de semana a casa de sus familiares  que un conductor de furgonetas, autobuses y camiones.

A esta gente  todo el tiempo que  les hagan perder en obras, cargas, descargas y circulación; todo para que tú tengas tus productos a mano; lo van a pagar su mujer y sus hijos en multas descontadas de su sueldo.

Cómo cojones va a ser la misma ley para todos, por qué las infracciones en tu vida normal tienen que afectar a tu vida laboral o pórque los que viven de la carretera van a tener el mismo trato que los que  solo la usan para ocio.

Mucha de esta gente come, trabaja, duerme y vive en la carretera semana trás semana. Ellos son quienes conocen todos los secretos de la carretera y con quienes habría que contar indiscutiblemente para legislar sobre ella; son profesionales.

Ya sabes a quien preguntar, pedir consejo y respetar.

No olvides que solo soy un conjunto de bytes dentro de un traje de pelo con orejas puntiagudas, rabo juguetón y bigotes de peluche; con dientes como puñales y uñas como espadas para aplicarselas a los malos pájaros y a las malditas ratas peludas; para tí wapa un cariñoso ronroneo, rozando mi lomo con la piel de tu tobillo, uffff jeje.

Os dejo un estudio del grupo axa para que sepais que pensamos y que piensan de nosotros como conductores.

I Estudio Internacional de Hábitos de Conducción del Grupo AXA.

El 25% de los conductores admite que circula a más de 150 km/h en autopista. Cuatro de cada 10 españoles excede la velocidad en ciudad Alemanes, suizos y británicos son los mejores al volante.

Uno de cada cuatro conductores españoles reconoce que cuando circula por autovía o autopista alcanza los 150 y 160 km/h, muy por encima de los límites legales, según los resultados del Estudio Internacional del Grupo AXA que se ha llevado a cabo en 10 países europeos (España, Francia, Alemania,Irlanda,Gran Bretaña, Bélgica,
Luxemburgo, Suiza, Italia y Portugal)y que ha sido presentado hoy en rueda de prensa.

¿A qué velocidad circula por autovía? ¿Le han quitado puntos del carné? ¿Cómo cree que conducen los españoles en comparación con el resto de vecinos europeos? Estas son algunas de las preguntas del estudio internacional realizado por el Grupo AXA con el que obtiene una radiografía de cómo es, cómo se ve y cómo se percibe al
conductor español.

De las conclusiones del estudio se desprende que el español es un conductor al que le gusta la velocidad, supera los límites tanto en carretera como en ciudad, tiene un conocimiento bajo del Código de Circulación, piensa que las carreteras españolas no son seguras y aprobaría un endurecimiento de las sanciones. Además, se reclaman y
valoran campañas de la DGT y acciones de educación vial.

La velocidad, la infracción más grave.

El exceso de velocidad es uno de los mayores peligros en carretera, (aunque no se percibe como tal), la infracción más sancionada y paradógicamente de las que más se comete al desconocer, incluso, los límites fijados por ley. Una combinación especialmente grave considerando que la velocidad es el factor que más incide y agrava los accidentes de tráfico por los que sólo el año pasado más de 2.100 personas perdieron la vida. La situación no es mucho mejor en ciudad puesto que casi la mitad de los españoles reconoce que supera los 65 km/h en vía urbana.
Por otra parte, los españoles se muestran estrictos y, la mayoría considera que deberían endurecerse aún más las sanciones de tráfico, incluso cuando ya el 4% han perdido puntos del carné de conducir. Sin embargo, el 33% de los españoles cree que ha mejorado su forma de conducir en los últimos doce meses.

Según los resultados del estudio del Grupo AXA presentado hoy, el 38% de los encuestados en España reconoce que ha sido multado alguna vez por superar la velocidad, aunque sí admite que es una de las infracciones que más comete.
Junto al exceso de velocidad, las multas más frecuentes fueron por detención o estacionamiento inseguros (33%) lejos del resto de infracciones como conducir sin cinturón de seguridad (3%), rebasar una línea continua para adelantar (1%) o llamar por teléfono sin el manos libres (1%). De la comparativa internacional destaca que el
10% de los italianos confiesa haber sido multado por saltarse un semáforo en rojo.

Comportamientos y peligros al volante.

El estudio internacional de AXA analiza también qué aspectos se tienen en cuenta antes de coger el coche y qué peligros se identifican. Los conductores españoles confiesan que la toma de conciencia de los peligros de la carretera, el precio del combustible y la instalación de radares son elementos que influyen en su forma de
conducir, más incluso que la posibilidad de perder puntos del carné o la implicación personal en un accidente.

En cuanto a los peligros, la mayor parte considera que lo más arriesgado es rebasar una línea continua al adelantar (92%); seguido de la conducción rápida a pocos metros del automóvil que le precede (91%) o no llevar puesto el cinturón de seguridad (87%). De la comparativa internacional se desprende que los españoles son más cautos aunque también son los que menos conocen aspectos de las normas del código de circulación como la velocidad máxima en carretera o el límite de alcohol permitido (adelantados en el avance del estudio internacional realizado el pasado mes de diciembre).

Principales infracciones que reconocen los españoles.

1º-Saltarse un semáforo en ambar————————————49%

2º-Conducir a 65 Km/h en ciudad————————————44%

3º- Adelantar o girar sin señalización———————————34%

4º- Conducir a entre 150 y 160 Km/h en autopista/autovia——25%

5º-Responder al teléfono sin un manos libres———————–24%

6º-Conducir deprisa sin guardar la distancia de seguridad——–21%

7º-Adelantar por la derecha en autopistas/autovía—————–18%

8º-Ponerse al volante con más de dos bebidas alcohólicas——–16%

9º-Conducir sin cinturón————————————————-14%

10º- Cruzar una línea continua para adelantar al coche que le procede-7%

Prioridades para mejorar la seguridad vial.

1º-Mejora la infraestructura viaria————————————-42%

2º-Concienciar sobre los efectos del acohol en la conducción—–38%

3º- Enseñar seguridad vial a los niños———————————-36%

4º-Instalar carteles de advertencia en puntos peligrosos———–33%

5º-Desarrollar programas de prevención para jóvenes conductores-32%

6º-Animar a los conductores a respetar el límite de velocidad—–26%

7º-Desarrollar programas d eprevención para motoristas———-16%

8º-Animar los conductores a que usen el cinturón de seguridad—16%

9º-Desarrollar  programas de prevención para conductores de grandes camiones-11%

10º- Animar a los conductores a que lleven siempre las luces–9%

11º-Otra———————————————5%

12º-Ns——————————–2%

 Grupo AXA es el segundo grupo asegurador en España, con un volumen de negocio, incluido aportaciones a planes de pensiones, de 3.663 millones de euros en 2007, lo que supone contar con una cuota de mercado del 6,4%. AXA cuenta con más de 4 millones de clientes y su volumen de pólizas supera los 6,5 millones. La compañía dispone de más de 10.000 puntos de venta y asesoramiento a través de los cuales transmite su visión de la Protección Financiera.

contacto: comunicacioncorporativa@axa.es

Nota disponible en:

http://www.axa.es/sala_de_prensa/index_salaprensa.htm

La percepción de los peligros de la carretera genera que sólo el 57% de los conductores españoles se sienta seguro cuando está al volante de su coche, el índice más bajo de toda Europa y pese a que los índices han mejorado en mucho en los últimos dos años.

Para incrementar la seguridad, el 42% considera que es muy importante mejorar la infraestructura viaria, seguido de concienciar de los efectos del alcohol (38%), enseñar seguridad vial a los niños (36%) e instalar carteles de advertencia en los puntos peligrosos (33%) como cuarta medida prioritaria.

Los alemanes, los mejores conductores de Europa.

Por otra parte, cinco de los nueve países que participan en la estudio sobre hábitos de conducción cree que Alemania tiene los conductores más hábiles, seguidos de Suiza y Reino Unido. Por el contrario, nadie cree que España merezca estar entre los tres países donde mejor se conduce de Europa. Aunque más de la mitad de los españoles, un 51%, cree que los conductores nacionales son buenos, sólo el 36% cree que en España se conduce mejor que el resto de Europa, cifras sólo superadas por Portugal e Italia donde aún se muestran más pesimistas.

F.D.O.

                           Catt69.

 

Mucho he fatigado mi cerebro respecto a la cuestión de cuál es la mejor forma de transcribir esta receta del éxito que he descubierto, y me parece aconsejable darla tal como me llegó a mí; es decir, si relato parte de la historia de mi vida, se advertirán con claridad las directrices para mezclar las sustancias que proporcionan el aliño para lograr la perfección del plato.

En vista de que, gracias a mi experiencia, he podido descu brir el único y gran secreto del éxito en cualquier empresa del mundo, considero acertado, ahora que mis días están contados, beneficiar a las generaciones venideras con todos los conocimientos que poseo.

No pediré disculpas por el modo en que me expreso, ni por carecer de mérito literario, excusándose éste, según sé, por sí mismo. Herramientas mucho más pesadas que la pluma han sido mi legado y, asimismo, el peso de los años me ha paralizado parte de la mano y del cerebro; sin embargo, puedo contar los hechos, que considero son el fruto que hay dentro de la nuez. ¿Qué importa la forma en que se rompe la cáscara para obtener la sustancia que ha de utilizarse?

No dudo que usaré, en este relato, expresiones que han permanecido en mi memoria desde mi más tierna infancia; porque, cuando un hombre alcanza mi edad, parece que percibe los avatares acaecidos en su juventud con más claridad que los eventos de fechas recientes; tampoco importa mucho cómo un pensamiento es expresado, si sirve de ayuda y se comprende su significado.

 Probablemente sea así; y nacerán hombres, generaciones después de que yo me convierta en polvo, que vivirán para bendecirme por las palabras que escribo. Mi padre, por aquel entonces, era un marino que a temprana edad abandonó su vocación y estableció una plantación en la colonia de Virginia, donde varios años más tarde nacería yo, acontecimiento que tuvo lugar en 1642; esto ocurrió hará unos cien años.

Mejor habría sido para mi padre si hubiera hecho caso del sabio consejo de mi madre, que era permanecer en la profesión en la que fue educado, pero no lo hizo, y el buen barco que capitaneaba fue trocado por las tierras de las que estoy hablando. Aquí empieza la primera lección que debe aprenderse:

El hombre no debería cerrar los ojos a cualquier valor que exista en la oportunidad que tenga en sus manos, recordando que un millar de promesas para el futuro no deberían pesar nada en comparación a la posesión de una simple pieza de plata.

Cuando cumplí diez años, el alma de mi madre voló y, dos años más tarde, mi estimado padre fue tras ella. Yo, al ser su único vástago, me quedé solo; no obstante, había unos amigos que durante un tiempo cuidaron de mí; es decir, que me ofrecieron un hogar bajo su techo -de lo cual disfrutaría durante cinco meses.

De los bienes de mi padre nada heredé; pero, con los conocimientos que adquirí a través de los años, llegué a la convicción de que los amigos bajo cuyo techo había vivido una temporada lo defraudaron y, por tanto, también a mí.

Del período que transcurrió desde que tenía doce años y medio hasta que cumplí los veintitrés no haré una exposición aquí, puesto que aquella época nada tiene que ver con este relato; si bien, unos años después, al tener en mi posesión la suma de diecisiete guineas, las cuales había ahorrado de los frutos de mi trabajo, tomé un barco hacia Boston, donde empezaría a trabajar, primero como tonelero, y después como carpintero de un barco, aunque siempre cuando la nave ya había atracado, puesto que el mar no se encontraba entre mis deseos.

La Fortuna sonríe en ocasiones a una futura víctima por pura perversidad. Tal fue una de mis experiencias. Prosperé, y a los veintisiete años era propietario de la tierra en la cual, menos de cuatro años antes, había trabajado a sueldo. La Fortuna es un jade que uno debe exprimir; no hay que mimarla. Aquí empieza la segunda lección que debe adquirirse:

La Fortuna es siempre esquiva, y sólo puede retenerse por la fuerza. Tratadla con ternura y os dejará por un hombre más enérgico. (En eso, creo que no es diferente a otras mujeres que conozco.) .

Por entonces, el Desastre (que es uno de los heraldos de los espíritus rotos y las resoluciones perdidas) me hizo una visita. El fuego destruyó mis tierras, no dejándome nada en sus ennegrecidos caminos, excepto deudas, las cuales yo no podía afrontar. Hablé con mis amistades y conocidos, buscando ayuda para comenzar de nuevo, pero el fuego, que había quemado mi solvencia, también parecía haber consumido sus simpatías. 

Así que, en un corto período, ocurrió que no sólo lo había perdido todo, sino que además estaba totalmente endeudado con otros; y por ello me enviaron a prisión. Pude recuperarme de mis pérdidas, pero no de esta última indignidad, la cual quebró mi voluntad, por lo que quedé irremediablemente desesperado. Más de un año permanecí detenido en prisión; y cuando salí, ya no era el mismo hombre feliz e ilusionado que había entrado allí, contento con su suerte y confiando en el mundo y su gente.

La vida tiene muchos senderos, y de todos ellos la gran mayoría conducen abajo. Algunos se convierten en precipicios y otros son menos abruptos, pero al final no importa con qué inclinación se haya fijado el ángulo, pues todos llegan al mismo destino … el fracaso. Y aquí empieza la tercera lección:

El fracaso existe tan sólo en el sepulcro. El hombre, mientras vive, no cae en él; siempre puede dar la vuelta y ascender por el mismo camino por el cual descendió; y puede que encuentre otro menos abrupto (si bien, de logro más largo), y más adaptable a su condición.

Cuando salí de prisión, estaba sin un penique. No poseía nada en el mundo más allá de las pobres vestiduras que me cubrían y un bastón que el carcelero me había permitido retener, por no tener nigún valor. Sin embargo, como era un trabajador habilidoso, rápidamente encontré empleo con buen salario; no obstante, como había probado las mieles de la riqueza terrenal, me poseyó el descontento.Me volví malhumorado y perezoso; con lo cual, para animarme y para olvidar las pérdidas que había soportado, pasaba todas mis noches en la taberna.

 No bebí licores en demasía, sólo de vez en cuando (porque siempre había sido casi abstemio), pero sí reí y canté, y repliqué graciosamente, y bromeé con mis holgazanes compañeros; y aquí podría incluirse la cuarta lección:

Buscad, camaradas, por entre los diligentes, pues aquellos que sean perezosos destruirán vuestras energías.

Me producía gran placer, en aquellos tiempos, narrar, a la más mínima provocación, la historia de mis desgracias, e insultar a los hombres a quienes consideraba que me habían dañado por no haber acudido en mi ayuda. Además, encontraba un placer infantil en escamotear a mi patrón, cada día, unos minutos del tiempo que me pagaba; lo cual es más deshonesto que un robo completo.

Este hábito continuó y creció en mí hasta el día en que desperté, encontrándome no sólo sin empleo, sino también sin carácter, lo que significaba que no podía esperar conseguir trabajo con ningún otro patrón en la ciudad de Boston. Fue entonces cuando me consideré un fracasado. Puedo comparar mi condición de aquel momento con la de un hombre que, descendiendo por la pendiente de una montaña, pierde su punto de apoyo.

 Cuando más fuerte es el resbalón, más rápido desciende. También he oído describir esta condición con la palabra «Paria» que, según entiendo, se refiere a un hombre que siempre está en contra del resto del mundo, y el cual piensa que son los demás hombres los que están en su contra; y aquí empieza la quinta lección:

No daré ninguna disertación acerca del deterioro gradual de mis energías. Nunca es conveniente extenderse mucho en las desgracias (esta frase también es digna de recordar). Será suficiente si añado que vino el día en que yo no poseía nada con qué comprar comida y vestimentas, y me encontré convertido en un mendigo, excepto en las raras ocasiones en que podía ganar unos peniques o, tal vez, un chelín. No pude conseguir un empleo seguro, por lo que mi cuerpo enflaqueció, y mi espíritu no fue nada más que una sombra de lo que había sido.   Mi condición, por aquellos tiempos, era deplorable; no tanto por mi cuerpo, así sea dicho, como por mi mente, que se encontraba enferma de muerte. En mi imaginación me veía a mí mismo apartado del mundo entero, puesto que había descendido realmente al fondo; y aquí comienza la última lección que debe aprenderse (la cual no pienso explicar en una sola frase, ni en un párrafo, pero necesito adaptarla al resto de esta historia). 

                                                                         

  Bien que recuerdo mi despertar, puesto que ocurrió en la noche cuando, realmente, me recobré de mi sueño. Mi cama era un montón de virutas apiladas en la parte trasera de la tienda de barriles donde una vez había trabajado a sueldo; mi techo consistía en una pirámide de toneles bajo la cual me había instalado. La noche era fría y yo estaba helado, si bien, paradójicamente, había estado soñando con luz y calor, y me saciaba de manjares. Sé que pensaréis, en cuanto describa el efecto que la visión tuvo sobre mí, que mi mente estaba perturbada. Así es, puesto que es la esperanza de que las mentes de otros pueden ser igualmente influenciables lo que me determina a emprender el trabajo de este escrito.  

Fue aquel sueño lo que me hizo creer... no, saber... que estaba poseído por dos identidades; y fue mi mejor yo quien me prestó la ayuda por la que había suplicado en vano a mis conocidos. Había oído describir este estado con la palabra «dualidad». No obstante, dicha palabra no explica mi situación. Un doble no puede ser nada más que un doble, y ninguna mitad posee una individualidad propia. Pero no filosofaré, ya que la filosofía no es nada más que un vestido de gala para decorar una figura vacía.

Más aún, no fue el sueño en sí mismo lo que me afectó; fue la impresión que me causó y la influencia que ejerció sobre mí lo que logró mi liberación. En una palabra, fue entonces cuando llené de coraje a mi otra identidad. Era alegre y saludable; ante él, en el hogar, ardía un fuego de leños; su semblante reflejaba la consciencia de su propia fuerza; y era física y mentalmente musculoso.  

Llamé a la puerta con timidez y él me invitó a entrar. Había una amable sonrisa de burla en sus ojos cuando me indicó con un gesto que me sentara junto al fuego, pero no pronunció ninguna palabra de bienvenida; y, una vez me hube calentado, salí de nuevo a luchar contra la tempestad, y cargué con la vergüenza que el contraste entre nosotros dos me había obligado a aceptar.

Fue entonces cuando desperté; y ahora viene la parte extraña de mi relato, puesto que al despertar no estaba solo. Había una presencia conmigo, intangible para los demás, tal como descubrí más adelante, pero real para mí.

La Presencia tenía mi imagen, si bien era impresionantemente distinta. Su frente, sin ser más alta que la mía, parecía más redonda y llena; sus ojos, claros, directos y rebosantes de ánimo, brillaban con entusiasmo y resolución; sus labios, barbilla y … ¡ay!. .. todo el contorno de su cara y figura era enérgico y determinado.

Era tranquilo, firme y confiaba en sí mismo. Yo estaba encogido, temblaba con nerviosismo, y temía las sombras intangibles. Cuando la Presencia se marchó, la seguí, y durante todo el día no la perdí de vista, excepto cuando desaparecía por un rato tras algún portal al que yo no osaba entrar; en tales lugares, yo esperaba su vuelta con ansiedad y espanto, puesto que no podía menos que maravillarme de la temeridad de la Presencia (tan igual a mí y, no obstante, tan diferente) por atreverse a entrar donde mis propios pies temían pisar.  Yo fui a buscar la pirámide de toneles y virutas.  

Aquella noche no soñé con el Mejor Yo (así es como lo he designado), aunque cuando desperté de mi sueño él estaba cerca de mí, siempre mostrando esa tranquila sonrisa de burla amable que de ninguna manera hubiera podido confundirse por pena o por otro tipo de condolencia. Su menosprecio me hirió profundamente.

 

Sin comentarios.

     F.D.O.

              Catt69.

 También parecía como si me condujera a propósito a los lugares y a los hombres donde y ante quienes más temía aparecer; a las oficinas con las que alguna vez negocié; a aquéllos con quienes había tenido tratos financieros. Durante todo el día perseguí a la Presencia, y por la noche la vi desaparecer tras los portales de una posada famosa por su alegría y por su buen vivir.

Después de haberme movido con mucha dificultad a través de una tempestad de nieve y viento, me acerqué a una ventana, miré hacia el interior y vi a aquel otro ser.

Exteriores da 300.000 euros a una fundación presidida por Narcís Serra.

Más subvenciones del Ministerio de Exteriores: si hace unos días era noticia por conceder casi 30.000 euros a una organización de gays en Zimbabue, en el BOE de este martes repartía otros dos millones de euros. La mayor, casualmente, para una fundación presidida por el socialista Narcís Serra.

Pese a la crisis, Exteriores no se aprieta el cinturón: hace unos días lanzaba una remesa de subvenciones por casi 350.000 euros entre las que destacaban los 28.000 concedidos a «Gay and lesbians of Zimbabwe». Este martes, de nuevo el BOE recogía un paquete de ayudas (pdf), en este caso a «actividades de cooperación y ayuda al desarrollo», por un total de casi dos millones cien mil euros.

Se da la circunstancia de que en esta ocasión la entidad que mayor subvención recibe es la Fundación CIDOB, del Centro de Estudios Internacionales de Barcelona, presidida por el socialista Narcís Serra, que fue ministro de Defensa de Felipe González durante nueve años y vicepresidente durante otros cuatro, hasta que tuvo que dimitir en el año 1995 por el escándalo de las escuchas ilegales. Actualmente Serra es directivo en varias empresas y, sobre todo, presidente de la Caixa d’Estalvis de Catalunya. Preside esta Fundación desde el año 2000.

La Fundación CIDOB, por su parte, cuenta con un patronato repleto de instituciones. Además del propio Ministerio de Exteriores están el de Defensa, la Generalidad de Cataluña, la Diputación de Barcelona, el Ayuntamiento de la Ciudad Condal, o universidades catalanas como la UOC, la Universidad Autónoma de Barcelona, la Pompeu Fabra…

Otro aspecto llamativo de la subvención es que, pese a que las 28 subvenciones restantes se han dedicado a programas o actividades concretas, en el caso de la Fundación CIDOB se destinan a un concepto tan difuso como «Plan operativo 2009».

Remesa de dos millones de euros en subvenciones

                                                                                    

El total de subvenciones concedidas es de más de dos millones de euros, con los que se apoya a 29 proyectos, aunque el de CIDOB es el que consigue la mayor aportación, logrando casi un 15% del total.

El segundo proyecto que más dinero logra es de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que era rector hasta hace unos meses el ministro de Educación, Ángel Gabilondo.

La institución educativa obtiene 219.000 euros para el «Programa Español de Voluntariado Universitario de Naciones Unidas ante los Objetivos de Desarrollo del Milenio».

El tercero que logra una mayor dotación económica es también llamativo, ya que no se concede a una fundación o un organismo universitario (como ocurre con prácticamente la totalidad de los casos), sino que es para una empresa, CESNA Producciones Audiovisuales, de Valladolid, que cuenta entre sus especialidades con la elaboración de «documentales solidarios» en zonas del tercer mundo.

El proyecto subvencionado podría ser una de estas obras, ya que según el BOE se desarrollaría en Angola, Argelia, Liberia y Marruecos y tiene por nombre «Dibujos de luz». En este caso, la dotación presupuestaria ha sido de 150.000 euros.

Otro aspecto curioso de todas las ayudas es que, a pesar de tratarse de ayudas para «actividades de cooperación y ayuda al desarrollo», sólo 450.000 de los dos millones de euros totales (un 22,5 %) se destinan a proyectos que se vayan a desarrollar fuera de nuestro país.
Fuente: C.JORDÁ -Periódico Libertad digital,  X,26-08-09

Vaya pandilla de pajarracos.

             F.D.O.

                   catt69.

 

Un tercio fué una unidad militar de élite del Ejército español durante la época de la Casa de Austria (1534-1704). A partir de 1920 reciben este nombre las unidades profesionales de la Legión Española;  creadas para luchar en el norte de África. Se inspiraban en las gestas militares de los tercios históricos.

Los Reyes Católicos en la guerra de Granada, adoptaron el modelo de piqueros suizos; por los triunfos de estos, frente a la caballería pesada de Borgoña. Piqueros bien formados podían derrotar cualquier caballería; el arcabuz, el mosquete, cuhillos, espadas cortas, unidades más rápidas y tácticas, son añadiduras españolas.

En  la conquista de Granada (1492) y en las campañas del Gran Capitán en el reino de Nápoles  (1495),  se presentaron las bases del poderoso ejército. En 1503, la Gran Ordenanza adoptó la pica larga y  distribución de peones en compañías especializadas.

Los tercios  en 1525 vencieron y capturaron a Francisco I de Francia en la Batalla de Pavía. Carlos I de España los hizo oficiales tras la reforma del ejército de 1534 para guarnición de las posesiones españolas en Italia y expediciones en el Mediterráneo; el primer tercio oficial es el de Lombardía.
 
Un año después ayudó en la conquista del Milanesado español y en 1536 se crearon los tercios de Nápoles y Sicilia.El Tercio Viejo de Cerdeña y el Tercio de Galeras (primera unidad de infantería de marina de la Historia) completaron los viejos. Todos los tercios posteriores son los tercios nuevos.

En la Batalla de Mühlberg, en 1547, las tropas imperiales de Carlos V vencieron en Alemania, a príncipes protestantes, gracias a  los piqueros imperiales. Diez años después, en 1557, derrotaron al ejército francés en la Batalla de San Quintín.

En la batalla de Gravelinas en 1558, otra derrota francesa obligó  su rey  a firmar la paz, y desistir de su invasión de Italia. En honor a esta victoria, el rey Felipe II mandó construir el Monasterio del Escorial.

Listado de los Tercios:

* Viejo de Lombardía
* Viejo de Sicilia
* Viejo de Nápoles
* Viejo de Brabante
* Viejo de Cartagena o de Ambrosio Spinola
* Saavedra
* Alvaro de Sande
* Flandes
* Fuenclara
* Caracena
* Mortora
* Garciez
* Alburquerque
* Bonifacio
* Meneses
* Seralvo
* Cordobas
* Casco de Granada
* Nuevo de Toledo
* Nuevo de Valladolid
* Azules Viejo
* Fijo del reino de Nápoles
* Zapena
* Villar
* Monroy
* Morados Viejos (Sevilla)
* Amarillos Viejos
* Azules Viejos (Toledo)
* Viejo Lesaca
* Castilla
* Guipúzcoa
* los Arcos
* Idiáquez
* Aragón
* Valencias y Conde de Garcies
* Verdes Viejos
* Diputación de Cataluña
* Ciudad de Barcelona
* Collorados Viejo
* Amarillo Nuevo (tercio provincial de Léon)
* Amarillos Viejos
* Costa de Granada
* Azules Nuevos (tercio provincial de Murcia)
* Los Blancos (tercio provincial de Segovia)
* Colorados Nuevos (tercio provincial de Gibraltar)
* Morados Nuevos (tercio provincial de Toledo)

Tercios de la Armada (2 o 3 en 1701)

* Viejo de la Armada Mar Oceano
* Viejo Armada
* Fijo de la Mar de Napoles

Tercios italianos ( 11 a 14 en 1701)

* Toraldo
* Cardenas
* Avalos-Aquino
* Torrecusa
* Guasco
* Lunato
* Paniguerola
* Torralto (napolitano)
* San Severo (napolitano)
* Torrecusa (napolitano)
* Cardenas (napolitano)
* Lunato (lombardo)
* Paniguerola (lombardo)
* Guasco (lombardo)
* tercio vecchio de Nápoles (napolitano)

Tercios irlandeses (1 en 1701 ? )

* Tyron
* Bostock

Tercios alemanes (6 a 9 en 1701) tercios des Grisons (suizos, 2 en 1701)

Tercios valones (8 en 1701)

* Beaumont

 
El armazón del tercio contaba con : piqueros, arcabuceros, artillería, y en ocasiones con  caballería (batalla de Ceriñola).

Piqueros.

Usaban una pica entre 3 y 5 m de longitud, y espada atada al cinto. Según el armamento se dividían en “picas secas” y “picas armadas” (coseletes o piqueros pesados). Los primeros llevaban media armadura y a veces capacete o morrión. Los segundos se protegían con celada o morrión, peto, espaldar y escarcelas(cubrían muslos colgando del peto).

La espada era su talismán en el combate cuerpo a cuerpo, en su manejo eran los mejores , de doble filo  no solía medir más de un metro para ser más ligera y transportable.

Mosqueteros.

Eran similares a los arcabuceros, usaban mosquete ; tenía mayor alcance y calibre, para disparar se apoyaban en una horquilla montada en el suelo. Su alcance les permitía salir de la formación cerrada y refugiarse en el escuadrón después de abrir fuego.

El duque de Alba, los introdujo en los tercios en 1567; antes sólo servían en la defensa de plazas amuralladas, en especial en los presidios de Berbería, en el norte de África.

Arcabuceros.

La indumentaria de los arcabuceros era mucho más liviana que la de los piqueros. Consistía habitualmente en un morrión, una gola de malla de acero y un coleto (vestidura hecha de piel, por lo común de ante, con mangas o sin ellas, que cubre el cuerpo, ciñéndolo hasta la cintura; en lo antiguo tenía unos faldones que no pasaban de las caderas) o chaleco de cuero.

A los arcabuceros se les consideraba, en efecto, soldados ligeros respecto de los piqueros, cuyas compañías constituían el núcleo básico del tercio. Durante el combate las compañías de arcabuceros se caracterizaban por su gran movilidad, desplegándose rápidamente para situarse en las alas de los cuadros formados por los piqueros y tratar de envolver al enemigo hostigando sus flancos.

El arcabuz se utilizó con sucesivas innovaciones desde el siglo XV al XVIII. El vocablo quizá derive del alemán hakenbüchss (haken: gancho o garfio. büchss, arma de fuego), aunque también podría ser una deformación del árabe al káduz (el tubo).

Este arma consistía en un cañón montado en un fuste de madera de un metro aproximadamente, aligerado hacia la boca y reforzado hacia la cámara de fuego. La longitud del ánima oscilaba entre 0,80 y 1,60 metros.

Al evolucionar el arcabuz hacia el mosquete, aumentando de tamaño y peso, fue preciso apoyarlo en una horquilla para poder hacer fuego. El equipo adicional de los arcabuceros consistía en una bandolera de la que pendían las sartas o cargas de pólvora en doce estuches de cobre o de madera (a los que se conocía como los doce apóstoles), un polvorín de reserva y una mochila en la que se guardaban las balas, la mecha y el mechero para prenderla.

Iban también armados con una espada semejante a la que solían usar los piqueros. Cada arcabucero recibía una cierta cantidad de plomo o estaño para fundir sus propias balas en un molde que se les entregaba junto con su arma.

Como cada pedido de armas incluía los moldes para fabricar la munición, el calibre de las balas fundidas tendría que coincidir con el del cañón. Sin embargo, esto no siempre ocurría en la práctica debido a imprecisiones en la manipulación de los moldes.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que muchos soldados empleaban armas que no eran normalizadas y que la dosificación de la pólvora se realizaba de forma subjetiva y más bien exagerada una vez que se habían utilizado los estuches predosificados de la bandolera.

Esto ocurría con frecuencia cuando las circunstancias obligaban a mantener una cadencia de fuego rápida y el tirador no tenía tiempo de volver a llenar los estuches para dosificar sus cargas y vertía la pólvora en el bacinete directamente con el polvorín de reserva. De todo ello resultaba una considerable desigualdad de tiro.

En los primeros arcabuces se utilizaba el sistema de encendido por mecha que fue sustituido más adelante por el de rueda. El sistema de encendido por mecha se basaba en el empleo de un dispositivo denominado serpentín que inicialmente era una simple palanca en forma de Z montada a un lado del fuste de madera: si se oprimía su parte inferior, la superior se movía hacia delante.

En el extremo del serpentín se fijaba un trozo de mecha de combustión lenta para provocar la ignición de la pólvora. Estas mechas se confeccionaban con cuerda de lino o de cáñamo empapada en una solución de salitre y puesta a secar.

Más adelante se perfeccionó el modelo de serpentín simple incorporándose un resorte de manera que al aflojar la presión sobre éste el serpentín se separaba inmediatamente de la recámara. En las armas equipadas con el sistema de rueda, ésta accionaba un percutor con forma de quijada provisto de una pieza de ágata que al golpear a otra de pedernal inflamaba el cebo con la chispa producida.

Los españoles no desprecian el uso de caballería pero la reorientan montando arcabuceros a caballo en compañías de Herreruelos. Son los precursores de los dragones del siglo XVIII, el nuevo siglo dorado de la caballería.

Ballesteros.

Las tropas armadas con ballestas, que tan eficaces habían resultado como fuerza de apoyo y cobertura durante la Edad Media, continuaron empleándose durante el Siglo XVI. El ballestero iba protegido con casco, armadura para media pierna y una cota de malla con un chaleco de cuero superpuesto este último reforzado con piezas metálicas. En la parte trasera es visible el cranequín, sistema para tensar la cuerda de la yerga.

Existía también el denominado «armatoste», formado por un conjunto de poleas. Al tensar la cuerda, ésta quedaba enganchada en un resalte llamado nuez del que se soltaba bruscamente cuando se oprimía la llave.

Las ballestas se fabricaban a veces con piezas de hueso y de madera ensambladas. Cuando la verga era de madera, la ballesta se llamaba «de palo». Estos materiales se fueron sustituyendo progresivamente por el acero a partir del siglo XVI.

Guardias imperiales.

Estaban integradas por los alabarderos de la Guardia Española, los archeros de Borgoña y los alabarderos de la Guardia Alemana. Los alabarderos de la Guardia Española iban vestidos con jubones y gregüescos acuchillados de colores amarillo y rojo, calzas rojas y zapatos negros.

Se tocaban con una parlota (gorra ancha y casi plana) negra adornada con plumas blancas, completando su vestimenta un capotillo amarillo forrado en rojo dispuesto de través sobre el hombro izquierdo. Los archeros de Borgoña procedían de la Guardia de arqueros de Borgoña, introducida en España por Felipe el Hermoso, y sus componentes prestaban servicio a pie en el interior de las estancias reales y a caballo en el exterior.

En el servicio a pie vestían jubones y gregüescos acuchillados de colores amarillo y rojo, calzas amarillas, parlota negra, capotillo de igual forma y colorido que los alabarderos de la Guardia Española y zapatos negros con grandes lazos rojos. Su arma principal era el archa, especie de lanza con hoja en forma de cuchillo de gran tamaño.

Los alabarderos de la Guardia Alemana vinieron de Alemania en 1519, rigiéndose siempre por fueros especiales. Acerca de su indumentaria existen varias versiones. Así, según Giménez llevaban parlota blanca y capotillo, mientras que el Conde de Clonard los representa sin capotillo y con el color de las medias (blanca una y amarilla la otra) alternando con el del Jubón y los gregüescos.

Los oficiales vestían de forma similar a la de la tropa aunque gustaban de utilizar prendas más suntuosas, de acuerdo con su grado o con su propia disponibilidad de fortuna. Los generales se distinguían por el empleo de una ancha banda de color carmesí que les cruzaba el pecho.

Entre los jefes y oficiales era frecuente el empleo de borgoñota, adornada con plumas rojas y blancas, media armadura o armadura completa. Durante el reinado de Carlos V tuvo considerable auge la armadura denominada «Maximiliana», que se caracterizaba por poseer multitud de estrías o acanaladuras muy próximas entre sí que imitaban los pliegues de las prendas de la época y cubrían toda su superficie a excepción de las grebas o parte inferior de las defensas de las piernas.

Los zapatos metálicos, con bordes rectangulares, estaban inspirados también en el estilo civil del momento conocido como «pata de oso».

Oficiales.

Las estrías, aparte de su función decorativa, se introdujeron para reforzar la armadura y tratar de desviar de las zonas vulnerables el impacto de los proyectiles o de las armas blancas. Carlos V vestía una armadura a la romana que se conserva en la Real Armería de Madrid.

Fue labrada por Bartolomeo Campi, platero de Pesaro, y está compuesta por siete piezas de acero pavonado con adornos de bronce dorado, de plata y de oro. Se inspira en las armaduras grecorromanas, puestas de moda durante el Renacimiento.

El casco es una borgoñota con yugulares a la romana, adornada con una diadema de hojas de encina en oro. La coraza se adapta a la musculatura del cuerpo, a la manera de las que utilizaban los emperadores romanos.

Además de la espada y la daga, de uso general entre los oficiales, los capitanes utilizaban pica y rodela o arcabuz al entrar en combate. Su distintivo de grado era una jineta sin punta acerada y guarnecida con «flecos galanes» que portaban durante las marchas o en las estancias en los campamentos.

Los sargentos mayores llevaban coleto de ante, musequíes o mangas de malla y morrión (prenda militar, a manera de sombrero de copa sin alas y con visera), e iban armados con espada y corcesca (arma semejante a la alabarda, rematada en una sola punta como las lanzas); la corcesca constituía también, junto con su bastón de mando, un distintivo de grado.

Los alféreces y los sargentos de compañía llevaban una alabarda como distintivo de grado, y en los combates solían utilizar, además de la espada, un gran dardo con punta de hierro fabricado con madera muy resistente (generalmente fresno).

Con frecuencia los generales tenían a su servicio a un heraldo para que actuara como enlace entre las diversas unidades a su mando y transmitiera mensajes al enemigo. Los heraldos del Emperador vestían una dalmática de seda en la que iban bordados los emblemas imperiales, y portaban un bastón de mando blanco como signo de su misión de paz.

No iban armados sino con una pequeña daga y no usaban ningún tipo de casco ni de armadura. Como prenda de cabeza empleaban una parlota de paño amarillo adornada con un plumero rojo. Sus jubones y gregüescos solían ser amarillos acuchillados en rojo, las calzas rojas y los zapatos negros.

Los tambores, o «cajas de guerra» como entonces se llamaban, eran muy altos y voluminosos. La caja solía estar pintada en azul con dos bandas rojas en los extremos superior e inferior, aunque algunos autores opinan que, con frecuencia estas bandas eran del color de la librea de los maestres de campo, coroneles o capitanes. También es probable que en algunos casos se pintaran en la caja las armas imperiales.

Banderas y estandartes.

En las banderas de las compañías figuraba generalmente la cruz de San Andrés o de Borgoña, unas veces con nudos, lisa otras, con el aspa dispuesta de extremo a extremo de la tela. Esta bandera representada, blanca con la cruz de Borgoña en rojo, ondeó quizá por primera vez en la batalla de Pavía, y es la más característica de las utilizadas por las tropas de Infantería española durante los siglos XVI y XVII.
 
Si bien en las banderas de compañía la cruz de San Andrés figuraba sobre fondos de muy diversa forma y colorido (en los que a veces se incluían jeroglíficos o motivos heráldicos del oficial que estaba al mando), el color blanco es el que auténticamente representaba al poder real.
 
La figura de la derecha representa el estandarte de Carlos V Emperador, reproducción del que contiene el inventario Iluminado que se conserva en la Real Armería de Madrid.

En el mismo se distingue, en el extremo superior izquierdo, la figura de Dios Padre sobre Santiago Matamoros: en el centro se encuentran las columnas de Hércules rodeando al escudo imperial, y el extremo derecho lo ocupa San Andrés con la cruz de Borgoña y la inscripción «Plus Oultre» (en otros estandartes imperiales la inscripción figuraba en alemán: «Noch Weiter»),

 Los españoles conservaron la hegemonía militar durante el siglo XVI y gran parte del XVII, aunque sus enemigos usaban las mismas técnicas para hacerles frente. Los ejércitos incrementaron efectivos, sufriendo enormes bajas. Los generales de la época en lugar de grandes batallas, concentran esfuerzos en la toma de ciudades importantes  forzando tratados para el final de la guerra, aunque fuese temporal.

Grandes formaciones cuadradas o rectangulares,  disciplinadas en movimientos de alineación y maniobra.Las tropas viajaban siempre en columna,y combatían en bloques geométricos.
Los tercios formados con soldados profesionales y voluntarios, estaban en filas de forma permanente,

eran cuerpos móviles y poderosos para las guerras españolas de la época. La estructura original, de los Tercios de Italia; se  dividía cada tercio en 10 capitanías o compañías, 8 de piqueros y 2 de arcabuceros, de 300 hombres cada una.

Cada compañía, tenía capitán, y  otros oficiales: un alférez, un sargento y 10 cabos (cada uno de los cuales mandaba a 30 hombres de la compañía). También había  auxiliares (oficial de intendencia o furriel, capellan, músicos, paje del capitán, etc).

Luego, los Tercios de Flandes disponían  de 12 compañías, 10 de piqueros y 2 de arcabuceros, cada una  formada por 250 hombres, Cada grupo de 4 compañías se llamaba coronelía. Los mandos del tercio eran; un coronel, un Maestre de Campo (jefe supremo del tercio nombrado por autoridad real) y un Sargento Mayor o segundo, al mando del Maestre de Campo.

Se presentaban en batalla con los piqueros en el centro de la formación, escoltados por arcabuceros, con algunos libres (mangas), para hostigar y molestar al enemigo. El personal era voluntario y entrenado en el propio tercio, estas unidades son el germen del ejército profesional moderno.

Reclutados en los dominios de los Habsburgo,abundaban soldados de fortuna y mercenarios: alemanes,italianos,valones,suizos,borgoñones,flamencos,ingleses,irlandeses,españoles.

Los españoles tenían una proporción inferior al 50% e incluso menos;hasta un 10-15% en la guerra de Flandes,aunque eran el núcleo selecto, duro, más profesional y mejor pagado. Inicialmente sólo los españoles originarios de la Península Ibérica formaban los tercios estaba prohibido que formaran soldados de otras nacionalidades.

A partir del año 1580 se formaron los primeros tercios de italianos cuya calidad rivalizaba con la española. A principios del siglo XVII se crearon los tercios de valones, considerados de peor calidad. Los lansquenetes alemanes en servicio del rey hispano, no llegaron nunca a ser encuadrados en tercios y combatían formando compañías.
El ejército del duque de Alba en Flandes, eran 5000 españoles, 6000 alemanes y 4000 italianos.

Situación de los Tercios en Julio de 1567 en Flandes:

– Tercio de Nápoles: Mandado por Rodrigo de Toledo, 19 compañías con un total de 3194 soldados.
– Tercio de Lombardía: Mandado por Fernandez de Toledo y posteriormente por Sancho de   Lodoño  ,  10   compañías con 3194 soldados.
– Tercio de Sicilia: Mandado por Lope de Acuña y después Juan Solís, 10 compañías 1756 soldados.
– Tercio de Flandes: Mandado por Gonzalo Bracamonte, 19 compañias con 4750 soldados.
– Tercio de la Liga: Mandado por Francisco Valdés, 19 compañías con 4750 soldados.
– Tercio de Mar: Antiguo Tercio Figueroa.
– Tren de Artilleria: Dispuesto por el Duque de Alba y formado por 36 baterias.

La composición de las baterias era de 6 cañones de 40 a 50 libras, 2 culebrinas de 12 de a 16, 4 semiculebrinas de 6 a 8 y 12 falconetes de 2 a 5 libras. El total de soldados del Tren de artilleria ascendía a 3600. Todas estas tropas se hacían acompañar de médicos, capellanes, cirujanos, carros, mulas…

Según la memoria que el Duque de Alba dejaría a su sucesor en el gobierno de los Paises Bajos, D. Luis de Requesens, el despliegue de las fuerzas españolas era el que sigue:

– Holanda: En La Haya 5 banderas o cías., en Wardlingen 2, en Maslandt 2, en Capel Viterhoor 3, en Zetfel 2, en Putlop 1, en Hermelen 1, Fluten 1, Luistcot 1, en el castillo de Eghmont 9, en Masland Cluse 3, Aldickt 2, Lier 1, Walteringhe 4, Catuick 4, Walkenbourghe 2, Werscohen 4, Soter Vaut 4, Leyden dorp 1, y en Bodgrave 1. Total en Holanda 59 banderas o compañías de 250 a 150 hombres.

-Brabante: Bergepzon 4 banderas, Tolaa 3, Estamberghe 2, Besberghe 2, Baol 1, Hestorhart 1 y en el castillo de Amberes 1. Total 13 banderas de 250 a 150 hombres.

– Zelanda: En Lagous 2 banderas, Viana 1, en el castillo de Valenciennes 1, y en Malinas 1. Total 7 banderas.

Tambien había alemanes acantonados en las comarcas de Overissel, Henao, Luxemburgo, Haarlem, Nimega, La Haya, Tionville, Eghmont, Maestricht, Amberes, Breda, Bruselas, Leydeny Utrecht entre otros lugares.

Se contaban también con 104 compañías o banderas Valonas de las cuales muchas estaban integradas por españoles, sobre todo catalanes. De las 104, 10 estaban mandadas por Gaspar Robles, 15 por Mondragón, 6 por Alonso Gomez Gallo y 7 por Francisco Verdugo.

En la Guerra de Flandes, los efectivos españoles al servicio de españa son:

– Infanteria 57500
– Caballería 4780
– Artilleria 3600
– Gastadores 4121
– Transporte 3000
– Tercios de Mar 9000

Total hombres: 82001 (- los del transporte 79000)
Para alistar soldados, el rey concedía un permiso especial firmado de propia mano (“conducta”) a los capitanes designados. Tenían un distrito de reclutamiento y debían tener el número de hombres suficiente para componer una compañía.

El capitán, entonces, desplegaba bandera en el lugar convenido y alistaba a los voluntarios, que acudían por la fama de los tercios , para  hacer carrera y fortuna. Estos voluntarios eran; campesinos, nobles hidalgos arruinados o segundones; no se admitían menores de 20 años, ancianos, frailes o clérigos, ni a enfermos contagiosos.

Los reclutas pasaban revista donde el veedor comprobaba sus cualidades, y expulsaba a los que no servían para el combate; no estaban obligado a jurar fidelidad y lealtad al rey. El alistamiento era  indefinido, hasta que el rey concedía la licencia y establecía una especie de contrato tácito entre la Corona y el soldado.

Los capitanes generales también licenciaban tropas. Los reclutas recibían un sueldo para equiparse; los equipados recibían un anticipo (socorro) de su primer mes de sueldo. El soldado debía estar sano, fuerte y  con buena dentadura para alimentarse del duro bizcocho que daban.

Las mayores zonas de reclutamiento españolas fueron Castilla, Andalucía, Levante, Navarra y Aragón. Honor y servicio eran valores muy apreciados en aquella sociedad. Basado en el carácter hidalgo y cortés,sencillo pero valiente y arrojado de todo buen soldado, no hubo escasez de voluntarios mientras huvo plata, hasta principios del siglo XVII.

No había centros de instrucción, adiestraban  los sargentos y cabos de escuadra, los novatos y los escuderos se formaban sobre la marcha. Repartian a los novatos entre todas las compañías para que aprendieran de los veteranos y no pusieran en peligro la tropa.

En las compañías se formaran grupos, cinco o seis soldados compartían los pormenores de la campaña por amistad, esto daba unión y moral en combate, se prohlbió vivir en soledad. Aptitud, méritos,antigüedad y rango social daban el ascenso, se tardaba mínimo  5 años de soldado a cabo, 1 de cabo a sargento, 2 de sargento a alférez y 3 de alférez a capitán.
 
El capitán era el mando supremo, rendia cuentas al sargento mayor, éste al  maestre de campo (designado por el rey,con total competencia militar, administrativa y legislativa). Los tercios mantenían su enorme moral de combate apoyada en la religión. Alejandro Farnesio,hacía arrodillar día a día a sus soldados antes de combatir y  el Avemaría o una prédica a Santiago, patrón de España.

Cada mañana saludaban a la Virgen María con tres toques de corneta,se oficiaban misas de difuntos y funerales.Contaban con capellán mayor,un predicador y cada compañía capellán.

La mala fama de los tercios españoles aumentó por el odio holandés y protestante a un invasor que amenazaba: políticamente (acusando a España de imperialismo) y religiosamente (luchando contra el catolicismo que los Austrias querían imponer a toda costa en los territorios donde caló profundamente la Reforma Protestante).

Los peores desmanes de los tercios eran los atrasos en el envío de la paga. Los sueldos eran bajos, con ese salario el soldado pagaba la ropa, manutención,armas y alojamiento.  Excepcionalmente algunos nobles se ofrecieron a costear los gastos de una guerra concreta para ganar méritos y prestigio ante el rey de España.

Si la paga tardaba más de 30 meses (como ocurrió en algunos momentos), los tercios se amotinaban y saqueaban sin perder fidelidad a España y al rey. El botín estaba prohibido si una ciudad pactaba su rendición antes de instalar la artillería, si esto no se producía la plaza quedaba entonces a merced del vencedor.

Uno de los episodios más negros de los tercios se produjo en el saqueo de Amberes en 1576, que duró más de tres días y llegó hasta extremos inhumanos de barbarie y devastación. El 4 de noviembre de 1576,las calles sembradas de cadáveres con dedos y orejas cortados para llevarse sus joyas personales.Familias enteras fueron torturadas en busca de dinero.

Cataluña y Portugal, se rebelaron contra la Corona de los Austrias por desacuerdos en política económica interna y, mantener los tercios en campaña. Los tercios en la frontera catalana con Francia y la «unión de Armas» de Felipe IV,el Conde Duque de Olivares,que reunía dinero y efectivos de todos los reinos hispanicos.

Cataluña y  Portugal, se rebelaron porque perjudicaban su económica y violaban sus privilegiados fueros de origen medieval. El amotinamiento de los soldados se sumó a la rebelión popular en respuesta de sus atrocidades. Pueblos enteros fueron saqueados e incendiados en el Principado catalán en 1640. Se inició la llamada Guerra de los Segadores y la temporal escisión de Cataluña del Imperio gracias a las  políticas del cardenal Richelieu, valido de Luis XIII.

Tras varias negociaciones y la pérdida de Portugal, independizado con los Braganza como dinastía nacional,se encauzó la situación condiciones fijadas por la Generalidad catalana y dejar que Francia consolidase sus anexiones al norte de los Pirineos, donde ocupó varias comarcas catalanas.

La Batalla de Rocroi, el 19 de mayo de 1643, marcó un antes y un después en la legendaria historia de los tercios españoles. Fue una auténtica derrota moral, en mitad de la Guerra de los Treinta Años, que sumió en el desconcierto y el desánimo a los soldados hasta el punto de impactar en todo el continente deshaciendo el mito de que los tercios españoles eran invencibles.

Los tercios, que sitiaban la ciudad francesa de Rocroi, partieron con varias desventajas al enfrentarse con las tropas que aparecieron para auxiliar la plaza sitiada. Lucharon, para empezar, en inferioridad numérica, y otro de los errores que sufrieron fue su imprevisión o su exceso de confianza ante un enemigo que subestimaron cuando un simple espía habría podido detectar la llegada de las fuerzas galas.

La hegemonía francesa en Europa estaba decidida a partir de aquel episodio, aunque la derrota no fue tan abrumadora como la propaganda francesa ha hecho creer siempre, dado que los tercios recuperaron otra vez Rocroi y siguieron igualmente combatiendo en Flandes durante la segunda mitad del siglo XVII.

Para enviar sus refuerzos a la zona, España tuvo que poner en funcionamiento el llamado Camino Español, un itinerario vital que discurría por ruta terrestre (la marítima estaba cortada por ingleses, franceses y holandeses) desde el Milanesado a través del Franco Condado, Alsacia, Alemania, Suiza y Lorena hasta llegar a Flandes.

El duque de Alba (1507-1582) fue el primero que utilizó este recorrido en 1566, y fue tan exitoso que logró mantenerse hasta 1622. Fue en ese año cuando Francia logró estrangular el Camino llegando a un pacto de intereses con el duque de Saboya, que se alió con los galos para evitar el paso de tropas hispánicas por su territorio.

Este hecho obligó a los españoles a buscar una nueva alternativa, y la encontraron en un itinerario que discurría algo más al este partiendo también de Milán y cruzando los valles suizos de Engandina y Valtelina hasta Landeck, en el Tirol, y de ahí, bordeando el sur de Alemania, cruzaba el Rin por Breisach (Alsacia) y alcanzaba los Países Bajos por Lorena.

Este segundo Camino Español aguantó hasta que los franceses invadieron la Valtelina y Alsacia y ocuparon también Lorena. Se intentó entonces arribar a la costa de Flandes por vía marítima desde los puertos gallegos y cántabros, pero la derrota naval en la batalla de las Dunas sentenció definitivamente el eje vital que permitía al Imperio avituallar sus efectivos en Flandes.

La última victoria de los tercios sería en la batalla de Valenciennes (1656), frente a los franceses. Otros historiadores dan por más grave la derrota terrestre y naval que sufrieron los españoles en la batalla de las Dunas de Dunkerque (1658), donde el mariscal francés Turenne tuvo el apoyo de la flota inglesa del dictador Cromwell en la costa flamenca.

El declive militar del Imperio Español era ya visible a consecuencia de la falta de replanteamiento de estructura y de instrucción de los tercios, que habían quedado inevitablemente obsoletos ante unas rápidas renovaciones de armamento que ya seguían muy por delante tanto Francia como Holanda o Inglaterra.

España había sufrido una sangría imparable de dinero, hombres y todo tipo de recursos con tal de aniquilar a los protestantes y mantener sus dominios de Flandes e Italia frente al expansionismo holandés y francés. Las bajas de los combates, las enfermedades, las deserciones, causaron que el organigrama de los tercios se viniera totalmente abajo. Era imposible sufragar una renovación de técnicas y armamento porque el déficit, que tragaba todo el oro y casi toda la plata que cada vez costaba más extraer de las colonias americanas españolas (se iba agotando), resultaba simplemente demoledor.

El tercio era una tropa muy cara, y dado que la economía de los reinos hispánicos estaba demasiado escentralizada y no tenía intereses fáciles de conciliar, los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV, Carlos II) cada vez lo tuvieron peor para lograr un pacto económico con las Cortes de cada Estado del que eran reyes.

Los banqueros del rey solían adelantar el dinero en forma de préstamo, pero cuando el dinero del Estado se acababa… los banqueros cerraban su bolsa y las consecuencias eran irremediables. La guerra en Flandes, por ejemplo, duró de 1568 a 1609 y de 1621 a 1648 (Paz de Westfalia), con tan sólo un frío interludio con la Tregua de los Doce Años que logró Felipe III.

Durante más de 80 años ese conflicto devoró el Tesoro Real para nada: las Provincias Unidas se independizaron del Imperio y fueron compensadas con dos provincias más (al norte del río Escalda, lo que arruinó la salida fluvial de Amberes) aparte de las colonias que ya había ocupado en las Indias Orientales.

Tras 1648 fue Francia la que invadió paulatinamente territorios al sur, acabando por forzar en 1659 la Paz de los Pirineos, que supuso ya la pérdida de una parte considerable de territorios al sur y al este de Bélgica. Y España tenía frentes abiertos con casi todas las potencias: franceses, ingleses, holandeses, protestantes alemanes y suecos.

Los banqueros genoveses y los mercenarios extranjeros que apoyaban a los ejércitos hispánicos cada vez exigían prestaciones más elevadas, viéndose la Corona ahogada ya de por sí en el despilfarro de la Corte, la falta de visión política de los monarcas y sus cada vez más incompetentes validos y en una serie de interminables guerras que asolaron Europa hasta hundir del todo la política de un imperio multinacional y católico como era el de los Austrias.

Bajo el reinado de Carlos II el Hechizado continuaron los ataques franceses para acabar con lo poco que quedaba del Flandes hispánico. Mediante la Paz de Aquisgrán (1668), España volvía a perder plazas en la región. Cinco años más tarde, Luis XIV propuso intercambiar Flandes por el Rosellón y la mitad de la Cerdaña, comarcas perdidas al norte de los Pirineos en 1659, pero Carlos II se negó en redondo, lo que significó nuevamente el estallido de la guerra.

La Paz de Nimega volvió a mermar los dominios hispánicos, que acabaron desapareciendo a principios de siglo XVIIII con la Paz de Utrech que ponía fin a la Guerra de Sucesión entre Felipe V y el archiduque Carlos de Austria por el trono español.

El Sacro Imperio fue el nuevo dueño de Flandes en lo sucesivo, de modo que Austria tomó el relevo de España en una lucha que había durado casi 150 años de estériles esfuerzos. Aunque Felipe V disolvió el tercio en su reforma de 1704, este nombre se conserva aún hoy día en unidades tipo regimiento de la legión y de la infantería de marina españolas, heredera ésta ultima de los viejos tercios de mar.

Con la llegada de los Borbones se impuso el modelo francés de ejército que se desarrolló durante el siglo XVIII. Oxidados y acabados, los tercios fueron suprimidos con la llegada de los Borbones al trono español. Felipe V los sustituyó por regimientos al mando de coroneles, según los modernos modelos francés, prusiano y austriaco, aunque la vieja cruz de San Andrés ondea aún como insignia de la mayoría de las unidades de infanteria española.

 Anécdotas de los tercios.

Milagro de Empel. En la actualidad, la patrona de la Infantería Española es la Inmaculada Concepción. Este patronazgo tiene su origen en el llamado Milagro de Empel durante las guerras en Flandes. El 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco de Bobadilla combatía en la isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, bloqueado por completo por la escuadra del Almirante Holak. El bloqueo se estrechaba cada día más y se agotaron los víveres y las ropas secas.

El jefe enemigo propuso entonces una rendición honrosa pero la respuesta española fue clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante tal respuesta, Holak recurrió a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. Pronto no quedó más tierra firme que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio.

En ese momento crítico, un soldado del Tercio que estaba cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción. Anunciado el hallazgo, colocaron la imagen en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada:

«Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen Maria, esperaban en su bendito día». Un viento completamente inusual e intensamente frío se desató aquella noche helando las aguas del río Mosa.

 Los españoles, marchando sobre el hielo, atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Holak llegó a decir: «Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro». Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia, la flor y nata del ejército español.

Sin embargo, este patronazgo se consolidaría cuarenta años después de que en la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854, se proclamase como dogma de fe católica la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima.

El maestre de campo Julián Romero le escribe al rey “Ha que sirvo a Vuestra Majestad cuarenta años la Navidad que viene, sin apartarme en todo este tiempo de la guerra y los cargos que me han encomendado y en ello he perdido tres hermanos, un yerno y un brazo y una pierna y un ojo y un oído … y ahora últimamente un hijo en el que yo tenía puestos mis ojos … y por otra parte ha de nueve años que me casé pensando en poder descansar y después acá no he estado un año entero en mi casa”.

Pierre Brantome, gentil hombre admirador del heroísmo, viendo pasar a los tercios viejos, mandados por el duque de Alba, camino de los Paises Bajos escribió: «esa gentil tropa de bravos y valientes soldados. . . todos viejos y aguerridos, tan bien vestidos y armados que se les podria tomar antes por capitanes que soldados. . . Y hubierais dicho que eran principes, tan altivos eran y con tanta arrogancia y gracejo desfilaban».

El ingles Georges Gescoigne, al describir el saqueo de Amberes dice: «Los valones y los alemanes eran tan indisplinados como admirables en su disciplina eran los españoles».

Blaise de Vigenere apuntaba: «En cuanto a los españoles no se puede negar que son los mejores soldados del mundo. . .». Justo homenaje que sus enemigos tributaban a los tercios. Terror de sus enemigos y orgullo de sus compatriotas.

  Este ejército que ves
vago al yelo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que el adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira como procede.
 

Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho
que el pecho adorna al vestido.
 
Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.
 
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
 
 Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.

Pedro Calderón de la Barca, soldado de Infantería Española
Bibliografía:

-Tratado de artillería y fortificación– Lechuga (ingeniero de la época)
-Historia de la Infantería española. En torno al siglo de oro. Diversos autores.
-Tercios de España. La infantería legendaria. Fernando Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca.
-Los Tercios. Rene Quatrefages.
-Pavía 1525. The climax of the italian wars. Angus Konstam.
-Diversos números de la revista Researching and Dragona.
-Libros sobre los Tercios  [editar]Los tercios, René Quatrefages, 1983, ISBN 84-500-8427-X
-La revolución militar moderna: el crisol español, René Quatrefages, 1996, ISBN 84-7823-473-X
-El ejército de Flandes y el camino español, 1567–1659, Geoffrey Parker, Alianza (Madrid, 2003).
-De Pavía a Rocroi. Los Tercios de infantería española en los siglos XVI y XVII, Julio Albi de la -Cuesta, 1999,   ISBN 84-930790-0-6
-Tercios de Flandes, Juan Giménez Martín, 1999, ISBN 84-930446-0-1
-Los Tercios en las Campañas del Mediterráneo, s. XVI (Italia), Eduardo de Mesa, Almena (Guerreros y Batallas, nº  4), 2001.
-El mundo hispánico, Elliot, J.H., Crítica (Barcelona, 1995).
-Los Tercios en las campañas del Mediterráneo, s. XVI (Norte de África), Eduardo de Mesa, Almena -(Guerreros y Batallas, nº 6), 2002.
-Nördlingen 1634. Victoria decisiva de los Tercios, Eduardo de Mesa, Almena (Guerreros y Batallas, nº  9), 2003.
-La batalla de San Quintín, 1557, Eduardo de Mesa, Almena (Guerreros y Batallas, nº 15), 2004.
-San Quintín, Juan Carlos Losada, Aguilar, (Madrid, 2005).
-Flandes y la monarquía hispánica, 1500–1713, Miguel Ángel Echevarría, Sílex, (Madrid, 2000).
-Guerra y Sociedad en la Monarquía Hispánica. Política, estrategia y cultura en la Europa Moderna  (1500–1700), Enrique García Hernán–Davide Maffi, editores. Laberinto, Madrid, 2006. 2 vols.
-La pacificación de Flandes. Spínola y las campañas de Frisia (1604-1609), Eduardo De Mesa,  Ministerio de Defensa, Madrid, 2009.
-Literatura, El sol de Breda, Arturo Pérez-Reverte, Alfaguara (Madrid, 2002).
– Corsarios de Levante, Arturo Pérez-Reverte, Alfaguara
-El cautivo, Jesús Sánchez Adalid, Ediciones B (Barcelona, 2004).
-Jaque a la reina, José Calvo Poyato, Grijalbo (Barcelona, 2003).
-Tercios de Flandes, Juan F. Giménez Martín, Falcata Ibérica (Madrid, 1999, 2001, 2004).
-El castellano de Flandes, Enrique Martínez Ruiz, Martínez Roca (2007).
-Hoy no se pondrá el sol, Rafael Rico Cabeza, Akrón (2009).

En la guerra: Determinación y estrategia
En la Victoria: Unión y Humildad
En la derrota: resistencia.
En la Paz: Cautela

Nota:

Esta es nuestra historia Zp y Mariano seguro que alguno de vuestros antepasados estuvo en esos momentos; que verguenza y desprecio sentirán por vosotros. Lo más seguro es que acabarían tirando de toledana para hacer limpieza general jaja.

           F.D.O.

                catt69.

Ver fotos de XXV. El universo de los Tercios españoles.

Tiempos eran de guerra en los reinos de la Corona de Castilla tras la muerte del monarca Enrique IV, en 1474, sin designar heredero.

                                                                                              

Las Cortes habían jurado como Reyes a la Princesa Isabel, hermana del difunto Rey, y a su esposo, el Príncipe Fernando, heredero del trono de Aragón, pero los negros nubarrones de la discordia  amenazaban con descargar sobre el reino.

Algunos poderosos señores de la nobleza y varias ciudades con voto en Cortes habían alzado pendones por la infanta Dª Juana, hija del difunto Rey, bastarda para muchos, legítima para otros. En auxilio de los levantiscos acudió raudo D. Alfonso V, Rey de Portugal, deseoso de acrecentar su reino a costa de la atribulada Castilla.

Cuando las noticias de la sublevación alcanzaron a la Corte, docenas de mensajeros se desperdigaron por los reinos de la Monarquía llamando a los vasallos leales a las armas en defensa de los Católicos Reyes.

Cientos de caballeros y miles de peones acudían prestos a la llamada real y se concentraban cerca de Benavente, donde los reyes habían levantado sus Reales.

Uno de esos mensajeros llegó a  Arintero, pequeño pueblo con cien almas, situado al norte de la Vecilla en la Montaña Leonesa; que había alzado pendones por los Reyes Católicos.

Traía el mandato real, de que cada casa aportara un guerrero para luchar contra el ejército usurpador de Alfonso V, rey de Portugal, y Juana “ La Beltraneja”.

                                                                                                                   Juana La Beltraneja.                                                                                  

En seguida, los testigos del comunicado se dirigen a sus hogares a contar la noticia. A la casa del noble Conde Don García de Arintero, hombre de gran honor y lealtad al trono, llega una de sus siete hijas (fruto de su matrimonio con Doña Leonor), a la que interroga con premura. Y la hija le comunicó la noticia.

Él, que había peleado cien combates en las lejanas fronteras del Reino de Granada, era ya mayor y no podía acudir a la batalla con sus reyes, ni tenía un hijo varón al que mandar, lo cual le originaba un hondo pesar y le hacía lamentarse a todas horas. Por primera vez en siglos, ningún Señor de Arintero acudiría al llamamiento de la Corte.

Hasta que un día, Juana, la hija mediana, se levantó harta de tanta lamentación y dijo: “ Padre, no culpe usted a mi madre pues si alguien tuviera la culpa serían los dos. Pero no sufra más; déme armas y caballo que yo me haré pasar por un muchacho y lucharé por el honor de la familia como el más bravo guerrero. Y al final su padre accedió.

Fueron dos meses de duro trabajo. Dª Juana, la Dama de Arintero, aprendió a dominar el fiero corcel de guerra, a manejar la espada con destreza y a emplear la lanza como el más cumplido caballero.

Se habituó al peso de la armadura y a las fatigas del oficio de la guerra. Tras el duro aprendizaje, del débil cuerpo de la Dama surgió el noble y hábil Caballero Oliveros (su nombre de guerra), sus brazos se tornaron fibrosos y su tez se endureció.
Una mañana, al alba, el Caballero Oliveros dejó su solar de Arintero y se encaminó a unirse a las huestes reales. Bajo la armadura y cubierta con el yelmo, tenía la estampa del perfecto caballero y nadie sospechó cuando se presentó, en el campamento de Benavente, al escribano para formalizar su inclusión en las tropas reales.

Siguieron meses de marchas, contramarchas, combates y correrías en los que el Caballero Oliveros estaba siempre en primera línea, asestando poderosos golpes con su espada y alanceando a los enemigos sin retroceder nunca ante el peligro,  ganando, con ello, fama de caballero valiente y esforzado.

En febrero de 1475, las mesnadas reales llegaron a la vista de la rebelde Zamora. Pronto se inició el cerco de la ciudad. En los días siguientes comenzó el asalto de las murallas. Avanzando entre una lluvia de venablos y saetas, los sitiadores colocaron las escalas y se dispusieron a tomar la ciudad.

 La sangre corría en las almenas mientras el violento chocar de las armas acallaba las voces de los moribundos y heridos. La lucha proseguía tenazmente entre ambos bandos sin que hubiera atisbos de victoria.

Ya a punto de concluir la terrible jornada sin que los soldados reales hubieran expugnado la ciudad, varios caballeros, entre los que se encontraba el infatigable Caballero Oliveros, se apoderaron de una de las puertas principales de la muralla permitiendo el paso de las mesnadas leales.

Pronto el rumor de la lucha se apagó. ¡Por fin la ciudad se había rendido!. A cambio de su lealtad a los Reyes legítimos, D. Fernando y Dª Isabel concedían el perdón y confirmaban los fueros y privilegios.

                                                                                             Retrato Reyes Católicos.

Vencida la resistencia de Zamora, las huestes reales se encaminaron hacia Toro donde el Rey de Portugal había reunido un poderoso ejército.

                                                                                                  Alfonso V de Portugal.

El 1 de Marzo de 1475, en las campas de Pelea Gonzalo chocaron ambos ejércitos. A la segunda carga, la caballería castellana desbarató las líneas portuguesas y pronto la lucha degeneró en una terrible carnicería.

Las tropas reales perseguían con saña a los restos del ejército enemigo que se dirigía en franca huida hacia la raya de Portugal. El Caballero Oliveros, siempre en primera línea, había dado cumplida cuenta de dos caballeros enemigos y, en el fragor de la liza, dirigió su lanza contra un tercer caballero.

Ambos corceles galopaban rápidamente hacia el adversario. El choque fue terrible; las lanzas se quebraron y el caballero enemigo yacía ahora desmontado y malherido en el suelo, pero, en mala hora, la violencia del golpe había roto el jubón del Caballero Oliveros y un blanco seno de mujer se asomaba a la vista de todos.

“Hay mujer en la guerra” clamaron varias gargantas.

El rumor se extendió rápidamente y llegó a oídos del Almirante de Castilla, uno de los jefes de las tropas reales. El Almirante  después de la victoria se encaminó a la tienda Real para comentar tan sorprendente noticia al Rey. D. Fernando.
Tras el combate, el Rey, la mandó llamar a su tienda.  Juana le explicó el porqué de su presencia allí;  impresionado por su historia y  admirado del valor desplegado por la Dama de Arintero durante la campaña, no sólo perdonó la impostura, sino que concedió a Arintero y sus vecinos grandes y cumplidos privilegios.

Cundo le dijo que le concedería lo que pidiera; Juana le pidió libertad , pero el rey le dijo que ese derecho ya lo tenía.
 
Entonces Juana dijo: “En ese caso, señor, hay algo que me gustaría pediros. Mi tierra os sirve tan generosamente que se está quedando sin varones y tiene que enviar a sus mujeres a la guerra, no consintáis que se despueble y libradla de los azotes de la guerra. No os pido que la libréis de los justos tributos de dinero; libradla de los tributos de sangre; haced que todos sus naturales sean hijosdalgo, y ello engrandecerá el reino” . y el rey se lo concedió.

– Arintero sería ahora solar conocido de hijosdalgos notorios.
– En las tierras de Arintero y en veinte leguas a la redonda no podría exigirse contribución de   sangre o dinero; sus   vecinos quedaban exentos del pago de tributos reales y del servicio militar.
– Los miembros del linaje y solar tendrían el privilegio de presenteros de beneficios.
– Que fueran Presenteros en la parroquia de Santiago Apóstol.
– Que los Presenteros tuvieran derecho a ser obsequiados con yantar por el rector de la parroquia.
– Que el Presentero más viejo llevase la ofrenda de la caridad todo el año.
– Que su categoría de Hijosdalgos la tuvieran aunque cambiaran de residencia, y referido a todos los  vecinos de Arintero.
– Se concedía licencia real para celebrar todos los años fiesta y feria en el aniversario de la   victoria ante las tropas portuguesas.

Con los privilegios en mano firmados por el rey, la Dama de Arintero se dirigió a su casa.

Pero en esos momentos la reina Isabel le dijo al rey que tenían que actuar con prudencia en esos tiempos con respecto al los privilegios que le había concedido a la Dama de Arintero.. ¿Cómo la reina iba a consentir la concesión de privilegios, en unos momentos en que estaban desmochando castillos y bajando los humos a la levantisca nobleza? ; por ese motivo envia emisarios tras ella.

Aún armada con su cota de malla, su yelmo y su lanza, dirigíase la Dama de Arintero, tras serle concedida la licencia real, a su solar de Arintero llevando entre sus ropas las cartas reales de privilegios.

Tras tres días de cansado viaje a través de las tierras de Zamora y León, llegó la valiente Dª Juana al pueblo de La Cándana, (a 20 km de Arintero),en el valle del Curueño, cerca ya de su destino, donde se dispone a pasar la última noche del viaje en casa de unos parientes.

Escudo de la Dama de Arintero en una casa solariega de La Cándana.

Fatigada por el viaje y las largas jornadas a caballo, detúvose a descansar un rato mientras  contemplaba una partida de bolos leoneses.

Se dirige a casa de sus tíos donde va a pasar la noche y les enseña los derechos concedidos por el rey, todos se alegran.

Pero en ese momento le comunican que hay unos soldados que la buscan y que parece que traen malas intenciones.

Juana da el papel con los derechos firmados por el rey a su primo para que se los entrege a su padre que el sabrá donde guardarlos, ya que ella sabía que los soldados venían a por eso, y se dispuso a luchar contra los rufianes.

 
Una partida de seis soldados se presentaron  en el pueblo para pedirle los documentos. “De buen grado o por la fuerza, dadnos los documentos reales”, clamó el jefe de la partida mientras los otros cinco soldados rodearon a la Dama.

“Por la fuerza ha de ser” gritó la Dama, mientras desenvainaba su espada y hacía frente a los soldados que la acometían al unísono. Haciendo honor a la fama del esforzado caballero Oliveros, defendíase la Dama de los asaltos de sus enemigos hasta que, vencida por el número pero no por que flaqueara su coraje, cayó herida mortalmente, haciendo honor a su linaje.

                                                                         Actualmente, un blasón de la Dama recuerdan en La Cándana el lugar donde los traidores la alcanzaron.

Muchos cantaron su valerosa muerte; aunque otros dicen que escapó y posteriormente contrajo matrimonio con un noble asturiano…lo que si bien es cierto es que cumplió su misión a la perfección y ello lo atestigua un escudo que aún se encuentra en Arintero con la siguiente inscripción:

SI QUIERES SABER
QUIEN ES ESTE VALIENTE
GUERRERO QUITAD LAS
ARMAS VERÉIS SER
ES LA DAMA DE ARINTERO
CONOCED LOS DE
ARINTERO VUESTRA
DAMA TAN HERMOSA
PUES QUE COMO
CABALLERO CON SU REY
FUE VALEROSA.
«La Cándana, pueblo triste
porque en tu recinto viste
morir la luz de Arintero.
Toda la montaña llora
la alegría de tus muros
y, en la Dama, a quien adora
mira sus timbres más puros».
   F.D.O.

      Catt69.

Catalina de Erauso nace según  partida bautismal, el 10 de febrero de 1592 en San Sebastián, como hija legítima del caballero Don Miguel de Erauso y Doña María Pérez de Galárraga y Arce.

Siendo niña, ingresa junto con algunas de sus hermanas en el convento de las Dominicas en San Sebastián,  su tía es la priora.

La vida sedentaria y sumisa, no se  adapta al temperamento inquieto y belicoso de Catalina y así, estando a punto de profesar, se fuga tras una pelea con otra monja, la viuda Catalina Aliri.

En sus memorias, Erauso cuenta cómo tras salir a la calle “que nunca había visto y sin saber por dónde echar ni adónde ir” se refugia en un bosque cercano, arroja su hábito “por no saber qué hacer con él”, corta sus cabellos y se viste de hombre.

Su nueva identidad varonil (adoptó diferentes nombres  como Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán o Antonio de Erauso), le abre las puertas a una existencia diferente, libre y aventurera, tan  anhelada por ella  y que estaba reservada únicamente a los hombres en esta época.

Contaba entonces 15 años de edad; anduvo de pueblo en pueblo y llegó hasta Valladolid; desde allí volvió a Bilbao; trabajó como criado o paje de diferentes personalidades como el catedrático Francisco de Cerralta o Juan de Idiaquéz, secretario del rey.

Tras múltiples andanzas, llega a Sanlúcar de Barrameda y   decide embarcar como grumete en el galeón de su tío, Esteban Eguiño, en la flota de Don Luis Fajardo;  partiendo a América el lunes santo del año 1603.

La nave llega a Cartagena de Indias, y tras un breve periplo por la costa, espera  partir de regreso a España en la ciudad de Nombre de Dios, en el istmo de Panamá.

Catalina  deserta de la vida marinera, roba quinientos pesos a su tío y se queda trabajando como mancebo de un comerciante, Juan de Urquiza, con el cual parte hacía Trujillo.

Allí mata a un hombre en duelo y huye a Lima,  donde trabaja como criado del rico mercader, Diego de Lasarte, el cual, segun ella escribe “al cabo de nueve meses dijo que buscase mi vida en otra parte.

La causa es que tenía en casa dos doncellas, hermanas de su mujer con las cuales, y sobre todo con «una que más se me inclinó, solía yo jugar y triscar”. No será esta la última vez que Catalina muestre en sus memorias una clara inclinación hacía el género femenino.

A raiz de este incidente se alista en el ejército y parte hacia Chile, donde se encuentra con su hermano, Miguel de Erauso, secretario del gobernador Alonso de Ribera.

Sigue disfrazada de hombre (empleó un unguento que le quemó y redujo sus pechos) y comienza una vida violenta de espadachín agresiva y pendenciera, venció multitud de duelos contra rudos hombres, a veces más de uno, como el famoso «Nuevo Cid» y sus amigos.

Ésta actitud le trajo muchos problemas, de uno de ellos se libra al casarse con Doña Beatriz de Cardenas; pero debido a los constantes acosos de esta, por hacer el amor, hubo de fugarse.

En esa época mató al auditor general en una casa de juego; prófuga de la justicia, pasa seis meses de carcel; luego su vida continúa entre borracheras y pendencias.

Miguel su hermano, sin reconocerla, la emplea en el servicio de su casa donde permanece casi tres años, durante ese tiempo anda liada con su esposa. En sus memorias confiesa más aventuras lésbicas, como cuando una ventera la sorprende «andándole a la hija entre las piernas».

Un día siendo padrino en un duelo, mata por error a su hermano  Miguel (posible venganza por la posesión de la esposa  de éste) y  es desterrada a Paicabí, plaza militar que los españoles poseían en territorio indio para hacer la guerra a los indomables  araucanos.

Encontró lugar en una expedición a Chile a las ordenes del Capitan Gonzalo Rodríguez, combatiendo por 3 años contra los indios siendo herida varias veces por flechas, era muy reconocida por su heroísmo, aunque también despiadada.

En una ocasión, se topa en un enfrentamiento con un indígena ya cristiano, Francisco Quispiguaucha, lo derriba de su caballo, cuando este se rinde, manda inmediatamente a colgarlo de un arbol.

En 1619, al servicio de la corona, luchó en la Guerra de Arauco contra los mapuches en el actual Chile, ganándose la fama de ser valiente y hábil con las armas,  tal y como afirman sus coetáneos; “con desprecio de su vida se lanzó en medio del campo enemigo en los llanos de Valdinia, mató al cacique que mandaba y recuperó la bandera del Rey».

Esta acción le mereció el grado de alférez en las compañías del capitán Alonso Moreno, cargo que tuvo por cinco años”; para ocultar su verdadera identidad durante los dias del periodo, desaparecía de su compañía  y se iba al monte.

Sus memorias continúan en este punto relatando un vagar incesante por diversas ciudades a lo largo de buena parte de la geografía de Bolivia y Perú, entre innumerables trifulcas debidas a la bebida o deudas de juego.

En  La Paz  otra correría iba a sacarle de su aturdimiento. Estando tremendamente aburrida y sin encontrar trabajo, un día se detuvo en la puerta de Don Antonio Barraza, corregidor de la ciudad, a charlar con un criado de este.

Probablemente estaría bebida y comenzó a discutir fuertemente con el criado, quien le dio con el sombrero en el rostro. Llevando aquella seudoagresión al extremo, Catalina sacó la daga y lo mató allí mismo.

Toda la gente que fue testigo de aquel asesinato a sangre fría se arrojó furiosa sobre Catalina. La golpearon, la hirieron y lograron reducirla, llevándola los alguaciles a la cárcel.

Mientras era curada de sus heridas continuó el proceso adelante. Con tantos testigos del asesinato y viendo su historial de otros encausamientos, fue condenada a muerte sin derecho a apelar.»

Siendo condenada a muerte, en su última petición, solicita comulgar (por consejo de un cura franciscano que estuvo en prision con ella), arrebata la Hostia de un manotazo y amenaza con arrojarla al suelo, si no es liberada. Con la promesa de solo ser expulsada de la region, entregó el Santo Símbolo y se fue a Cuzco.

Sus continuas fechorías facilitan el cerco de las autoridades.En 1623 en Guamanga, Perú, a causa de una disputa, resultó herida de gravedad siendo descubierta  y perseguida por el corregidor Baltasar de Quiñones.

Tras buscar refugio en una Iglesia, confesó su condicion al Obispo fray Agustín  de Carvajal, quien incrédulo, mandó a revisar a dos matronas que certificaron su condicion de mujer y virgen.

El Obispo, la toma bajo su proteccion, internándola en el convento de Santa Clara. La vida de la monja soldado cambia para transcurrir de nuevo entre el convento y la visita a distintas autoridades, ya que al haberse hecho público su descubrimiento, muchos eran los que querían conocer de primera mano a la monja guerrera, creciendo rápidamente su popularidad a ambas orillas del Atlántico.

                                                                               

En el año 1624 Catalina decide embarcar de nuevo hacía la península con el objeto de solicitar al rey una pensión por sus servicios militares.

En este viaje, a bordo de una de las naves de la armada de Tomás de Larraspuru, redacta la primera relación verdadera de las grandes hazañas y valerosos hechos que una monja hizo en veinte y cuatro años, de servicios en el reino de Chile y otras partes; al Rey nuestro señor, como soldado y los honrosos oficios que tuvo ganados por las armas, sin que la tuvieran por mujer hasta que fué descubrierta a la fuerza.

Esta autobiografía será numerosas veces recompuesta por la propia heroína, que en los próximos años se dedicará a recrear sus aventuras y engrandecer su leyenda.

Catalina desembarca en Cádiz y, tras pasar por Sevilla, se dirige a Madrid. La expectación era grande  y los comentarios jugosos en la Corte. No en vano, Juan Pérez de Montalbán, con motivo de esta visita y con gran éxito, extrena una comedia basada en su historia y titulada precisamente La monja alférez.

El Rey Felipe IV la recibe y escucha atentamente; fascinado por su historia, ordena que se le mantenga su graduación militar (llamandola monja alférez), a la vez que le permite emplear su nombre masculino y se le concedan 30 raciones de alferez, 30 ducados y una pensión de 800 escudos.

El relato de sus aventuras se extendió por Europa, y Catalina visitó Roma donde fue recibida por el papa Urbano VIII. El pontífice la autorizó a continuar vistiendo de hombre.

A continuación fue a Nápoles, donde también su presencia suscitó admiración. Paseando por el puerto de aquella ciudad, refiere ella misma en sus memorias, unas jovencitas acompañadas de unos mozalbetes quisieron burlarse de ella, diciéndole: «Signora Catalina, dove si cammina?» A lo que ella respondió: «A darles a ustedes unos pescozones, señoras putas, y unas cuchilladas a quien se atreva a defenderlas.»

Andando el tiempo, la monja alférez siente nostalgia de las tierras americanas y hacia el 1630 embarca de nuevo para instalarse en México. En su viaje escolta a una doncella de la que parece enamorarse seriamente, algo que le traerá no pocos problemas, pues la dama viajaba a América precisamente para casarse con su prometido.

Instalada en México  regenta un negocio de transporte de mercancías entre Ciudad de México y Veracruz. Murió transportando una carga en un bote, en torno al año 1650 en la ciudad de Cuatxala; aunque hay quien escribe que su fallecimiento ocurrió en los altos de Orizaba, sola entre sus asnos.

Catalina escribió o dictó un libro con sus reeditadas memorias, que fueron publicadas bastante tiempo después (1829) en París. A continuación se tradujeron a varios idiomas y se hicieron versiones del tema, como la idealizada de Thomas De Quincey, titulada en inglés The Ensign Nun.

Hay más obras como las de  Mª del Carmen Ochoa y Armonía Rodríguez de los años 60, y más recientemente, las novelas publicadas por Ricard Ibáñez y Juanita Gallardo; además existen dos películas «La monja alférez» dirigida por Javier Aguirre (1986) y  «La monja alférez” realizada por Clasa Films, de Méjico  en 1944, dirigida por Emilio Gómez Muriel y protagonizada por María Félix.

Nota:
Realmente fascinante, todo un carácter esta mujer, ummmmmm. Solo añadir cuatro palabras más.

«La vida es corta, rompe las reglas, perdona rápidamente, besa lentamente, ama de verdad, ríe incontrolablemente y nunca lamenta nada de lo que te hizo sonreír». 
 
            F.D.O

                 Catt69.

Fernando Magallanes.El navegante portugués Fernando de Magallanes, propone a la Corona española navegar a lo largo del recién descubierto Continente americano, hasta encontrar el paso hacia Oriente. Tras una serie de calamidades, llegan al Archipiélago filipino en marzo de 1520, desembarcando en la Isla de Butuan. La «Victoria», mandada por Juan Sebastián Elcano, llegó a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522, con 18 tripulantes; finalizando la  primera vuelta al mundo.

Tiempo después, Felipe II encarga la conquista de las islas a Andrés de Urdaneta y Situación Baler.Miguel López de Legazpi, que culmina el año 1565. Legazpi, en nombre de la Corona española va ocupando sucesivas islas, y funda en 1571 la ciudad de Manila, extiende el nombre de Filipinas a todo el Archipiélago en honor del Rey Felipe II.

Estallaron varias revueltas, disconformes con la ocupación. En agosto de 1896, estalló la última revuelta . El sentimiento separatista aumentó debido a la deficiente administración colonial española, a la inestabilidad política de la España isabelina, y al apoyo norteamericano a los separatistas, cuyo cabecilla fué Datto Utto. El ejército español en Filipinas estaba compuesto en su mayoría por indígenas, excepto los mandos, cuando comienzan las deserciones, ve sus filas reducidas, y al adversario más fuerte.  La revolución da comienzo en agosto de 1896. El  Capitán General de las islas era, D. Ramón Blanco, Marqués de Peña Plata.

Entre los meses de septiembre y diciembre se extiende la insurrección sin que el General Blanco pudiera hacerla retroceder. Ante esta situación, el Gobierno de Madrid sustituye al mando de Filipinas y lo entrega al General D. Camilo Polavieja, que toma posesión el día 13 de diciembre de 1896. Polavieja, que tiene rodeados a los rebeldes en los pueblos altos de Cavite, pide refuerzos a Madrid. Ante la negativa de Cánovas, que no lo considera necesario, el general presenta la dimisión alegando problemas de salud.

Le sustituye el General D. Fernando Primo de Rivera, que toma el mando en abril de 1897.  A los pocos días de su llegada, Primo de Rivera tras conquistar algunos pueblos de la provincia de Cavite y  a través de una serie de negociaciones, se llega al convenio conocido como la «Paz de Biacnabato», en diciembre de 1897, que obligó a exiliarse al general filipino Emilio Aguinaldo en la colonia inglesa de Hong-Kong.

George Dewey.Pero en marzo de 1898 estalla la guerra entre España y EE.UU. y el 1 de mayo, Dewey, comodoro de la escuadra norteamericana, destruye a la española. A partir de entonces los norteamericanos ayudan a los filipinos y ofrecen al general Aguinaldo volver a Filipinas en condiciones de generalísimo.

BALER.

El pueblo se componía de una iglesia, la casa del gobernador y barracones para la tropa, además de las viviendas de los nativos. El contrabando de armas para la insurrección en aquellas playas provocó que, el Comandante Militar Capitán D. Antonio López Irizarri, solicitara refuerzos, ya que la guarnición normal de Baler, eran un cabo y cuatro guardias civiles.

Fruto de aquellas gestiones fue, la llegada de 50 hombres al mando del Teniente José Mota. Pero una noche, con motivo de la declaración de guerra entre EE.UU. y España, estando descuidado el servicio de vigilancia, fue atacado y destruido el destacamento.

 El 12 de febrero de 1898 llega a Baler el destacamento de Alonso y Martín Cerezo junto al recién nombrado Gobernador Político-Militar de El Príncipe, el Capitán de Infantería, Enrique de las Morenas y Fossi, para relevar al anterior.

Iglesia Baler sitiada.La tropa se instala en la iglesia, donde Se encuentran almacenadas las provisiones, las municiones y el único lugar que parece poder servir como refugio en caso de asalto. El capitán, deseoso de generar confianza en la población  y regenerar administrativamente el distrito, sugiere a Alonso que traslade la tropa a la Comandancia, residencia oficial del gobernador, sede de sus oficinas y así se hace. A los pocos días, se tiran gran parte de las raciones debido a su estado de descomposición, y se compran víveres a los nativos.

El comercio generado y la vuelta a la normalidad en las islas, además de paliar la escasez de alimentos de la guarnición de Baler, contribuyó a la repoblación del pueblo; sin embargo, corrían rumores de que la tranquilidad duraría únicamente hasta junio. Las Morenas toma por consejero al maestro de escuela, y comenzó a cultivar los terrenos de la Comandancia utilizando los servicios gratuitos de la gente. Lo que para el capitán era una muestra de confianza en la paz y en la población, para ésta era explotación y abuso; el maestro acabó siendo considerado enemigo del pueblo y fué asesinado.

Al problema de la escasez de alimentos, había que añadir que la única fuente de suministro de agua era el río que circundaba la población y éste, además de poder ser desviado en caso de insurrección, era un escondite perfecto para el enemigo en las selvas que comenzaban en la otra orilla, lo que convertía en un riesgo el ir a recoger agua. 

COMIENZO DEL SITIO. 

En abril llegan noticias de reclutamientos rebeldes en Carranglan, Pantabangan y Bongabon, en la vecina provinciaFlota española Cavite. de Nueva Écija, intentaban reclutar ofreciendo una buena paga. El 19 de mayo, Aguinaldo vuelve a Filipinas para ponerse al frente de la revolución; a finales del mismo mes, llegan  noticias sobre el inicio de la guerra contra Estados Unidos y la derrota de la flota española en la Batalla de Cavite.

Las fuerzas reclutadas en los alrededores cortaron las comunicaciones; el último correo enviado a Manila el 1 de junio fue interceptado y los marinos apresados,  días más tarde escaparon y avisaron a la guarnición. Llegan dos naves de Binangónan con arroz para vender; la guarnición intentó enviar un mensaje al exterior, al comandante de aquella población, desconociendo que la región ya estaba en plena revuelta y que se había declarado la independencia el 12 de junio.

El 24 de junio, Alejo, un prisionero que había sido puesto al servicio del gobernador y tenía permiso para moverse por todas partes, da el aviso para el abandono del pueblo y se va, robando el sable del médico, Rogelio Vigil.  El día 26  gente del pueblo empezó a desertar,  hace pensar en la inminencia de un ataque. A la mañana siguiente, el pueblo estaba desierto y todo el dinero que tenía guarnición y toda la ropa que habían enviado a lavar, había desaparecido.

Martín Cerezo.Ante esta situación, el destacamento decidió atrincherarse en la iglesia, llevando consigo las provisiones que quedaban en la Comandancia y los barriles de arroz que había comprado el cura para vender. Dos días más tarde, Martín Cerezo salió de patrulla con 14 hombres, sin novedad, mientras los que no estaban de guardia recogían el agua que quedaba en las casas del pueblo para llevarla a la iglesia.

Al día siguiente, la patrulla sale al mando de Alonso, comandante del destacamento, y uno de los soldados deserta. La tropa continúa con el acondicionamiento de la iglesia, demoliendo parte de la antigua vivienda del cura, almacenando la madera obtenida e intentando hacer un corral, dejando intacta la base del muro.  Cerezo llevó cuatro caballos para poder tener carne en caso de necesidad pero tanto la tropa, como Alonso, como el capitán se negaron y los soltaron.

La mañana del día 30 de junio le toca a Cerezo el turno de patrulla. Al llegar al Puente de España, al oeste del pueblo, un grupo de insurrectos que se encontraban apostados en la ribera del río comienza a disparar contra la patrulla, intentando rodearla. Estos vuelven a la iglesia para ponerse a cubierto, llevando como pueden al cabo Jesús García Quijano, herido en el pie; comenzando así el sitio. Ese mismo día, llegaban a Filipinas las primeras tropas terrestres estadounidenses, al mando del General Anderson, como avanzadilla del VIII Cuerpo del General Wesley Merritt.

El primer día de sitio, los españoles encuentran cerca de la iglesia una nota del enemigo en la que les advierten que cuentan con tres compañías para el asalto y los invitan a rendirse, como ha hecho la mayor parte de las tropas españolas, para evitar un inútil derramamiento de sangre.
 
Aunque no dieron mucho crédito a las noticias sobre las rendiciones, los sitiados, teniendo en cuenta los acontecimientos que se habían ido sucediendo en los últimos tiempos, no dudaban acerca de la cantidad de las fuerzas enemigas y se temieron que el sitio que acababa de comenzar se iba a convertir en un largo asedio y que sería prácticamente imposible salir de la iglesia, así que Martín Cerezo retomó la idea de construir un pozo en el interior.

Las Morenas le asignó cinco hombres y al poco tiempo, encontraron agua en abundancia a cuatro metros de profundidad. Mientras afianzaban el pozo con los pilares que habían obtenido del desmantelamiento de la casa del cura y un barril de vino, Alonso, comandante del puesto, vigilaba puertas y ventanas con el resto de los hombres.

Al día siguiente, 2 de julio, aparece otra nota, esta vez clavada en una caña de bambú en el suelo, con una hoja de platanera encima, para protegerla de la lluvia. En esta nueva carta, los insurrectos, al no haber recibido respuesta a la anterior, insistían en las victorias que se estaban produciendo sobre las tropas españolas y les informaban acerca de la caída de casi todas las provincias de Luzón, cuya capital, Manila, se encontraba sitiada por 20.000 filipinos, según la nota, y que, sin suministro de agua, estaba a punto de capitular.

Enrique De Las Morenas.Las Morenas, como Gobernador Político-Militar, respondió que Manila no se rendiría por falta de agua pues se podía utilizar la del mar. Así mismo, los instó a volver a someterse a la obediencia a España, mostrándose dispuesto a recibirlos con los brazos abiertos si así lo hacían. El mensaje acababa recomendando que no se dejaran más notas en los alrededores de la iglesia sino que fueran enviadas, después de un sonido de aviso, mediante un mensajero con bandera blanca.

Las respuestas, por parte española, se entregarían en la misma iglesia a un mensajero enviado también por el enemigo, tras dar el respectivo aviso e izar la bandera blanca. La decisión de no enviar hombres fuera de la iglesia se tomó para evitar la tentación de desertar que podían tener algunos hombres. De hecho, Felipe Herrero López, uno de los hombres que había servido con Cerezo, fue el primer mensajero que enviaron los filipinos a recoger una respuesta. Cerezo intento persuadirlo para que se reincorporara pero éste se marchó sin decir palabra.

El 3 de julio, día en que España perdía Cuba tras la Batalla de Santiago de Cuba, Félix García Torres, otro desertor, llevó otra carta pero no fue recibida y le dijeron que hiciera entender al enemigo que si continuaban eligiendo ese tipo de emisarios, serían recibidos a balazos. Durante el resto del día, como no podían salir debido al fuego enemigo, se dedicaron a construir un horno para hacer pan y a lavar la poca ropa que les quedaba en dos barriles.

El 4 de julio los soldados españoles sitiados en Baler realizan varias incursiones, destruyendo los barracones de la Guardia Civil, los edificios de la escuela y algunas casas cercanas a la iglesia desde las que los filipinos disparaban constantemente. El día 8, Cirilo Gómez Ortiz, al mando de las tropas sitiadoras, envía una carta en la que ofrece una suspensión de las hostilidades hasta la caída de la noche, para que las tropas, a las que supone sin provisiones, descansen.

Con la carta, además envía un paquete de cigarrillos para el capitán y unos detalles para los soldados. Los españoles, aceptaron la suspensión, que sería la única hasta el final del sitio, e informaron a Ortiz de que tenían abundantes provisiones y le regalaron una botella de brandy para que la bebiera a su salud.

Los combates se reanudaron y los filipinos, en un intento más de que los españoles se rindieran, enviaron a varios desertores para que desde el exterior, intentaran convencer a la tropa para que siguieran sus pasos y se reunieran en territorio enemigo. Transcurrieron así los días hasta que el 18 de julio, el cabo Julián Galvete Iturmendi cayó herido. Días después murió, convirtiéndose en la primera baja por fuego enemigo de la guarnición.

Ese mismo día, llega una carta para Las Morenas y Gómez Carreño firmada por Leoncio Gómez Platero. En ella, les exhorta en tono cordial para que depongan las armas y se rindan al Capitán Calixto Villacorta porque si así lo hacían, serían tratados con consideración y embarcados rápidamente hacia España. La carta no fue respondida así que a la mañana temprano del día 19 de julio, los filipinos enviaron otra, esta vez menos cortés y firmada por Villacorta, con un ultimátum:

Acabo de llegar con tres columnas de mi comando y, enterado de la resistencia inútil que mantenéis, os informo de que si deponéis las armas en el plazo de veinticuatro horas, respetaré vuestras vidas y propiedades, y seréis tratados con toda consideración. De lo contrario, os obligaré a entregarlas. No tendré ninguna compasión de nadie y haré responsables a los oficiales de cualquier fatalidad que pueda ocurrir.

La respuesta española fue enviada a la mañana siguiente: A mediodía de hoy termina el período fijado en su amenaza. Los oficiales no pueden ser considerados responsables de las fatalidades que ocurran.Nos une la determinación de cumplir con nuestro deber, y deberás comprender que si tomas posesión de la iglesia, será solamente cuando no haya nada en ella más que los cuerpos muertos. La muerte es preferible a la deshonra.

A mediodía del día 20, al finalizar el plazo del ultimátum dado por Villacorta, los filipinos comenzaron a disparar desde todos los puntos de sus líneas, durando el tiroteo hasta la mañana siguiente. Los españoles, para economizar munición e incitar al enemigo al asalto, decidieron no responder a este fuego. Ante esta actitud, Villacorta, en vez de enviar sus columnas contra la iglesia, envió un mensaje en el que decía que no iba a gastar pólvora inútilmente, pero no levantaría el sitio, aunque tuviera que prolongarlo tres años, hasta que los españoles se rindieran.Plano iglesia.

En la iglesia habían encontrado varios cañones viejos, pero sin accesorios ni carro para transportarlos. Mezclaron los explosivos de algunos cohetes rotos con la pólvora de algunos cartuchos de los fusiles Remington y pusieron parte de la mezcla y las balas en uno de los cañones más pequeños, que llevaron a uno de los disparaderos que habían construido en el antiguo convento, ahora, el corral, y colgaron la parte trasera de una viga, con una cuerda que les permitía variar el ángulo de tiro.  Con una larga caña de bambú con fuego en el extremo, consiguieron disparar el cañón, que hizo temblar los cimientos del corral.

Los insurrectos enviaban casi a diario mensajes a los sitiados y, un día, uno de los mensajes fue entregado por dos españoles. Algunos soldados creyeron reconocer a uno de ellos como uno de los guardias civiles del destacamento de Mota, que había comandado el puesto de Carranglan.

El asistente de Alonso, Jaime Caldentey aseguró que era un paisano y amigo suyo de Mallorca. Alonso indicó a Jaime que debía decir a los enviados que tenían suficientes provisiones y municiones para aguantar y éste se dirigió a ellos en mallorquín. El guardia, fingiendo no conocer el idioma, le dijo que estaban perdidos y que si continuaban con su resistencia, acabarían muertos, porque todas las tropas peninsulares se habían rendido y no iban a recibir refuerzos. Al oír esto, Martín Cerezo contestó que el que estaba perdido era él, y que se fuera de allí.

Villacorta volvió a enviar otro ultimátum el 31 de julio. En él amenazaba con utilizar fuego de cañón si no se entregaban al día siguiente. Los filipinos había recibido algunos cañones, al parecer del mismo tipo que los que tenían los españoles y, tal como había amenazado Villacorta, a las doce de la noche comenzó el bombardeo desde el sur, el este y el oeste produciendo algunos daños en las puertas y en el techo, quedando prácticamente a la intemperie.

El 3 de agosto, Jaime, el sirviente de Alonso, aprovechando que estaba de guardia a la derecha del altar, desertó llevando consigo su equipo y munición. Días después, gracias a la información de Jaime sobre el temor de los españoles a un ataque por el norte, donde no había sino un vigía, los filipinos atacaron, concentrando el fuego en la zona y poniendo una escala en el muro, cerca de donde se encontraba el vigía, que dio la alarma.

Los españoles se dirigieron hacia la zona para repeler el ataque y, ante la insistencia del enemigo, a Alonso se le ocurrió fingir una salida para asaltar una de las casas fortificadas del exterior. Al oír el grito de Alonso y el incremento del fuego, los filipinos se retiraron dejando la escalera junto al muro, aunque continuaron disparando con cañón y rifle desde las trincheras.

Mientras tanto, el día 13 de agosto, las tropas estadounidenses al mando de Merritt, protegidas por la flota de Dewey, sin contar con Aguinaldo, asaltan Manila y, al final del día, controlan la ciudad, rindiendo Fermín Jáudenes y Álvarez, Gobernador General, las tropas españolas en Filipinas, que serían repatriadas poco a poco.

El día de la Virgen de la Asunción, el 15 de agosto, los filipinos hirieron al soldado Pedro Planas Basagañas y días después, Villacorta envió a dos curas de la parroquia de Casiguran, Juan López Guillen y Félix Minaya, para insistir en la rendición.  Los religiosos no consiguieron su propósito, sin embargo, Las Morenas les pidió que se quedaran, a pesar de la escasez de provisiones, y así lo hicieron hasta el final del sitio.

Hasta el día 25, todo transcurrió sin más novedad que el fuego continuo pero, ese día, murió la primera víctima de beriberi, el padre Cándido Gómez Carreño, cura de Baler, natural de Madridejos (Toledo).  Durante el día, se presentó en la iglesia Pedro Aragón, quien dijo ser habitante del pueblo y suplicó hablar con el cura para informarle sobre la caída de Manila y pedirle que ayudase a convencer a los soldados españoles para que se rindieran.

El soldado Francisco Rovira Mompó, enfermo también de beriberi, murió de disentería, el 30 de septiembre, día en el que llegaron nuevas noticias a la iglesia en forma de carta del Gobernador Civil de Nueva Écija, Dupuy de Lôme. En ella, informaba a Las Morenas, que conocía a Dupuy y afirmaba que la letra era suya, de que se había perdido Filipinas. Más tarde llegaron rumores sobre la rendición del Mayor Juan Génova Iturbe, el capitán Federico Ramiro de Toledo, el Mayor Ceballos en Dagupan y el General Agustí en Manila.

Finalmente, llegó una carta del cura de Palanan, Mariano Gil Atienza, en la que les confirmaba los rumores e intentaba hacerles ver que era inútil seguir resistiendo, porque el archipiélago se había perdido. Sin embargo, los sitiados no dieron crédito al Gobernador de Nueva Écija, ni a los informes oficiales ni al resto de las informaciones recibidas, pensando que se trataba de una treta del enemigo, incrédulos ante el hecho de una pérdida tan rápida del archipiélago.

El teniente Saturnino Martín Cerezo se hace cargo del mando a la muerte de Alonso.El Cabo José Chaves Martín y el soldado Ramón Donant Pastor mueren de beriberi el 9 de octubre. Días después cae gravemente herido el doctor Vigil y, el día 18, muere Juan Alonso Zayas de beriberi, enfermedad que se estaba extendiendo rápidamente entre la tropa, tomando el mando Saturnino Martín Cerezo.

Para evitar en lo posible el avance del beriberi, los españoles abrieron varias vías de ventilación, intentando no comprometer la seguridad. A pesar de las medidas tomadas, la mayor parte de la tropa apenas se tenía en pie, por lo que se organizaban guardias de seis horas, en las que los relevos se hacían con ayuda de los soldados sanos, que llevaban a la cama al soldado relevado y colocaban en una silla al nuevo vigía, mientras el cabo de turno, hacía rondas comprobando el estado de los distintos centinelas.

Los insurrectos, volvieron a escribir a los españoles, informándoles de que el dominio español en Filipinas había terminado y que, si se rendían, serían rápidamente embarcados hacia España. Los sitiados contestaron que, de acuerdo con las leyes y usos de guerra, en caso como aquel, contemplaban un periodo de seis meses para llevar a cabo la evacuación y, que como sabría seguramente el Gobernador General, disponían de provisiones y munición suficiente para permanecer allí ese tiempo.

Los filipinos contestaron que tras las hostilidades con las tropas estadounidenses, los generales españoles habían dejado de ocuparse de sus tropas, así que al destacamento de Baler, no le quedaba otro remedio que rendirse, a lo que los españoles contestaron que ningún ejército abandonando un territorio, podía olvidar a sus tropas comprometidas en el terreno.

Antes de final de mes, hubo otras tres bajas. El día 22 murió de beriberi el soldado José Lafarga, el día 23 fue herido el soldado Miguel Pérez Leal y el 25, murió, también de beriberi, el soldado Román López Lozano. Por esas fechas, la mayor parte de los soldados carecían de zapatos, por lo que para entrar en contacto con el suelo húmedo lo menos posible, algunos de ellos se fabricaron una especie de zuecos, con pedazos de madera fijados a los pies con cuerdas.

Durante la primera quincena de noviembre, murieron los soldados Juan Fuentes Damián, Baldomero Larrode Paracuellos, Manuel Navarro León y Pedro Izquierdo y Arnáiz.

El Capitán Las Morenas, a pesar de encontrarse gravemente enfermo, seguía firmando las contestaciones a los filipinos pero ante la inminente muerte, los españoles decidieron enviar la última carta firmada por él con el fin de que, en el futuro, no tuviesen sospechas acerca de su estado.  En ella, se invitaba a los insurrectos a rendirse, afirmando que serían tratados benévolamente y amnistiados. Los filipinos contestaron con insultos y amenazas. Finalmente, el 22 por la noche, Enrique de Las Morenas, fallecía de beriberi.

Martín Cerezo contaba, en aquel entonces, con 35 soldados, un trompeta y tres cabos, prácticamente enfermos. Apenas quedaban víveres, aunque había munición suficiente para seguir resistiendo. Los filipinos intentaron varias veces comunicarse con los españoles, pero Cerezo rechazaba los mensajes. Ante el temor de que esta nueva actitud pudiera hacer pensar a los sitiadores, que la moral de los sitiados estaba empezando a flaquear, el teniente ordenó organizar pequeñas «fiestas» todas las tardes, con el personal fuera de servicio, en las que se cantaban viejas canciones y se aplaudía ostensiblemente.

La actitud de los españoles irritaba a las tropas filipinas, que arreciaban el fuego y los insultos y, al mismo tiempo, estimulaba el ánimo de los sitiados. Mientras tanto, los insurrectos habían finalizado la construcción de las trincheras y habían fortificado varias casas en la parte occidental de la iglesia, a apenas 40 pasos.

Aprovechando uno de los momentos en los que el fuego filipino se había relajado, el soldado Juan Chamizo Lucas, cubierto por todos los soldados que no estaban en puestos de vigilancia, consiguió salir, quemar las casas cercanas y volver sin ser descubierto.

Rafael Alonso Mederos se convirtió el 8 de diciembre en una nueva baja del beriberi, pero como era un día festivo en la Infantería Española, Cerezo decidió repartir crepes, café y sardinas entre la tropa, con el fin de disipar, en parte, los efectos de la nueva pérdida. A pesar del estado de las provisiones, los soldados tomaron la salida de la monotonía como una auténtica celebración de la Inmaculada.

Dos días más tarde, el 10 de diciembre, se firma en París el tratado por el que España cede a Estados Unidos sus colonias en Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, dándose por finalizada la guerra entre ambos países. Por su parte, los filipinos continuaban con sus ataques de cañón, pero sin atacar de la manera contundente que podría haber acabado con los españoles.

Entre el ruido de los fusiles y cañones, se oían también insultos y gritos de los soldados filipinos, entre ellos, los desertores, que hacían ostentación de su presencia, cosa, que enfurecía a los sitiados. Además, algo que frustraba a los españoles, era que, debido a la maleza que los rodeaba, no eran capaces de ver si realmente causaban bajas entre el enemigo o no. La escasez de alimentos hizo que Martín Cerezo se plantease una salida, con el fin de obtener calabazas frescas y otros frutos que crecían cerca de la iglesia. Para ello, concentraría el fuego sobre todo el pueblo, creando confusión.

El plan, inicialmente previsto para la víspera de Noche Buena, tuvo que anticiparse debido a la debilidad del doctor que, de no comer algo fresco, moriría en poco tiempo.  El estado de salud del médico del destacamento, Rogelio Vigil, provoca el adelanto de la acción para obtener provisiones.Para intentar la salida, Cerezo contaba con apenas 20 hombres, que debían arriesgarse a salir a campo abierto ante un enemigo bastante más numeroso, en mejor estado de salud y atrincherado, por lo que la única ventaja con la que podían contar era el factor sorpresa.

El teniente llamó al cabo José Olivares Conejero para que seleccionara 14 soldados para llevar a cabo la misión. El comando debía salir por el agujero de la sacristía que daba al foso, rodear la casa más cercana al norte de la iglesia y prenderle fuego con con trapos impregnados de gasolina atados al extremo de cañas de bambú. La misión del resto de los hombres era dar cobertura de fuego desde la iglesia.

En torno a las diez y media de la mañana del 14 de diciembre, el cabo y sus hombres salieron de la iglesia según lo planeado. La sorpresa y la velocidad a la que se propagó el fuego por el pueblo hizo que los filipinos de la zona se retirasen rápidamente. Tras el ataque, la mayor parte del pueblo y las trincheras circundantes fueron destruidas. Los españoles despejaron también la zona sur, lo que les permitió abrir las puertas, que habían permanecido cerradas desde el inicio del sitio e hicieron un claro que les permitía ver el río, al este, lugar frecuentemente utilizado por los filipinos para el suministro de provisiones y refuerzos.

La acción se llevó a cabo sin ninguna baja por parte de los españoles, aunque la confusión del momento les impidió saber las causadas por ellos, más allá de un centinela calcinado por el fuego y los rumores acerca de la muerte de Cirilo Gómez Ortiz. Con la operación, los sitiados obtuvieron una gran cantidad de calabazas y naranjas de los árboles que había cerca de la iglesia, además de todos los tableros, vigas y varas de metal que pudieron sacar de la Comandancia y una escalera que había quedado abandonada junto al muro tras el último intento de asalto filipino.

Tras el ataque, con la zona despejada, al menos de momento, los españoles podían salir a diario a recoger hojas de calabaza. La situación también posibilitó la construcción de una fosa séptica a unos cuatro o cinco metros de la pared del corral, con lo que la situación higiénica mejoró considerablemente.

Esto, unido a la posibilidad de abrir las puertas para ventilar el aire y la comida fresca, contribuyó a que la epidemia de beriberi comenzase a remitir. Además, cerca de la entrada a las trincheras cultivaron un pequeño huerto de tomates y pimientos salvajes para poder obtener alimentos frescos sin tener que arriesgarse apenas a recibir fuego enemigo.  Con ayuda de la escalera abandonada por el enemigo y los materiales obtenidos en la escaramuza, los españoles techaron con tableros de cinc, como pudieron, la azotea destruida por los cañones filipinos.

A pesar de los esfuerzos, cuando la lluvia era fuerte, el techo apenas servía, y una noche de tormenta parte de la cornisa asegurada con los materiales de la Comandancia se vino abajo, dejando a los españoles sin posibilidad de volver a repararla hasta que amainase el tiempo.  Mientras tanto, los filipinos volvieron al sitio, utilizando las casas que no se habían quemado y cavando nuevas trincheras, esta vez más lejanas, en cuyo fondo tenían que poner plataformas, debido a las inundaciones que provocaban las lluvias y las crecidas del río.  Con la intención de molestar a los españoles, los filipinos gastaron gran cantidad de munición, mientras los sitiados disparaban sólo cuando lo consideraban necesario.

Llegada la Nochebuena, Cerezo ordenó repartir raciones extra de calabaza, naranja y café y con algunos instrumentos que habían encontrado en la iglesia y unos bidones de gasolina, celebraron una ruidosa fiesta, mientras desde las trincheras enemigas les llegaban gritos amenazadores.

Al día siguiente oyeron la llamada a parlamentar, desde algún lugar frente a la iglesia. Cerezo ordenó izar la bandera blanca y al rato, un hombre se presentó y entregó un paquete con tres cartas. Una de ellas venía firmada por Villacorta, informando de que el Capitán Bellota había llegado al campamento para parlamentar con ellos y que, con el fin de facilitar su propósito, las hostilidades cesarían hasta el final de la conferencia, que se celebraría como y cuando los sitiados dijesen.

La segunda carta, firmada por el capitán en cuestión, informaba de que había sido enviado a Baler para reunirse con los soldados españoles y la tercera, firmada por el Padre Mariano Gil Atienza, rogándoles que dieran crédito a Bellota y a lo que éste les quería comunicar.

Cerezo, ante la posibilidad de que los rumores acerca de la pérdida de Filipinas se vieran confirmados con la presencia de Bellota, contestó que lo esperaría en la plaza y así lo hizo, pero nadie se presentó, por lo que ordenó arriar la bandera blanca en cuanto empezó a oscurecer y ordenó a sus hombres que dispararan a cualquier insurrecto que apareciera, porque, a su entender, todo había sido una trampa, con el fin de comprobar si recibirían a alguien que no tuviera miedo a presentarse.

 En Nochevieja se acabaron las hojas del calendario y las raciones cada vez eran más escasas. En el exterior, el 4 de enero de 1899, el General Otis proclama, en nombre del presidente William McKinley, la soberanía de Estados Unidos sobre Filipinas. Al día siguiente, Aguinaldo protestó, sorprendido por la reacción de los americanos, que consideraba que habían venido a liberarlos de los españoles, en lugar de a someterlos.

El día 13 de enero, el soldado Marcos José Petanas cayó herido. Durante una de esas noches, los insurrectos dejaron en la puerta de la iglesia algunos periódicos filipinos que los sitiados encontraron a la mañana siguiente, en los que se podían leer noticias acerca de españoles arrestados por soldados norteamericanos por pequeños robos o de gente como el cura de Albulug (Cagayan), aparentemente a favor de la insurrección, a cambio de que los filipinos, a los que daba ayuda, dejaran que siguiera a cargo de su plantación de café.
 
Mientras Aguinaldo esperaba contestación de McKinley a sus peticiones enviadas a Washington a través de Otis, el 4 de febrero, las los estadounidenses atacan por sorpresa todas las líneas filipinas, dando así comienzo la Guerra Filipino-Estadounidense.  El 13 de febrero, murió de beriberi el soldado José Sáus Meramendi y al día siguiente volvieron a sonar las cornetas filipinas llamando a parlamento.

Cerezo subió a la torre para ver qué ocurría y vio en una de las casas fortificadas a un trompeta y a un hombre con una bandera blanca. Como los españoles no contestaban, los filipinos hicieron sonar dos veces más el aviso y, al seguir sin obtener respuesta, enviaron a un hombre hacia la iglesia por la Calle General Cisneros.

Cerezo, desde la torre, le dio el alto y éste preguntó si se trataba del Capitán Las Morenas. Cerezo contestó que no, que era uno de los oficiales del destacamento y le preguntó qué quería.  El individuo se identificó como el Capitán Miguel Olmedo y aseguró estar allí por orden del Capitán General para hablar con el Gobernador. Cerezo le dijo que De las Morenas no hablaba ni recibía a nadie y que le dijera a él cuál era el mensaje que quería transmitir.

Olmedo dijo que traía un comunicado oficial así que Cerezo ordenó a un soldado que saliera a por él. El enviado se negó a entregar el mensaje al soldado porque tenía órdenes de entregarlo en persona y Cerezo fingió retirarse sin atenderlo.

Finalmente el enviado cedió y entregó al soldado el mensaje para el gobernador, firmado por Diego de los Ríos y fechado el 1 de febrero de 1899, en el que ordenaba a Enrique de las Morenas que abandonase la plaza, siguiendo las instrucciones de Olmedo, dado que España había cedido la soberanía de las islas a Estados Unidos tras la firma del tratado de paz entre ambos países.

Cerezo observó en la comunicación algunos detalles que no le convencieron acerca de su autenticidad y al volver, dijo al mensajero que el Capitán De las Morenas se había dado por enterado y que podía irse. El enviado pidió quedarse a dormir en la iglesia, pero Cerezo se negó diciéndole que durmiese donde había dormido hasta el momento, lo que aparentemente sorprendió a Olmedo que, según él, había ido incluso al colegio con el capitán.

Resignado preguntó cuándo podía volver a por la respuesta y Cerezo contestó que cuando tocasen a llamada e izasen la bandera blanca. El enviado se fue y los españoles no volvieron a verlo, aunque lo oyeron hablando noches después en una de las casas que creían habitadas por algún jefe insurrecto. Al parecer, Cerezo desconfió del mensajero por presentarse de paisano a pesar de la importancia del mensaje, utilizando las formas y maneras de llamada de los filipinos.

Además, a pesar de decir ser compañero de colegio de Enrique de las Morenas, había preguntado al teniente si él era De las Morenas y, por otra parte, el extraño suceso del Capitán Bellota, que no apareció en la plaza, era demasiado reciente. A pesar de la necesidad de acabar con aquella situación, Cerezo se acogió al artículo 748 de las Ordenanzas Militares en el que se recordaba que, en situación de guerra, incluso la ejecución de las órdenes escritas de rendir una plaza provenientes de un superior debían ser suspendidas hasta que se comprobase fehacientemente su autenticidad, enviando, si era posible, una persona de confianza que las verificara.

 Una noche de finales de febrero los centinelas avisaron de la presencia de un carabao acercándose a la iglesia. Al parecer los filipinos, para tener carne fresca, habían traído una pequeña manada a la zona, que pastaba entre ambos bandos.

La primera noche, ante la sorpresa, uno de los centinelas disparó sobre uno de los animales, consiguiendo únicamente que se alejara. A la noche siguiente, Cerezo, junto a cinco tiradores, salieron al exterior y en poco tiempo consiguieron cazar una pieza. Los españoles celebraron un banquete asando el animal y devorando la carne, que apenas duró tres días. Cuando se acabó la carne volvieron a salir, pero esta vez el enemigo estaba preparado y tuvieron que cazar el carabao bajo el fuego filipino.

Al carecer de sal no podían conservar la carne, así que en dos días se echó a perder y los españoles decidieron salir a por más. Esta vez abatieron dos animales, pero uno tuvo que quedar fuera y al día siguiente había comenzado a hincharse y descomponerse. Los filipinos decidieron llevarse de la zona el ganado que quedaba y las cacerías terminaron, tras dar un respiro a los españoles en cuanto a alimentación se refiere y a la posibilidad de fabricar calzado, algo tosco, con las pieles de los animales.

Llegado marzo de 1899 los soldados españoles apenas tenían ropa. Mientras pudieron fueron remendando la que tenían, pero poco a poco se habían ido quedando sin material, así que se hicieron ropas con las sábanas y camisetas de las provisiones que tenían del hospital. Días más tarde, el día de la Encarnación, 25 de marzo, a los sitiados en Baler se les había acabado el arroz y Cerezo, con el fin de entretener a la tropa, ordenó abrir una trinchera en la Calle España, al final de la cual se encontraba el puente del mismo nombre, cubierto y fortificado.

Cerca del puente, a la derecha, se encontraba la casa del Gobernadorcillo y a la izquierda,junto a la Calle Cardenal Cisneros, se encontraba otra casa fortificada donde había cañones. Desde la trinchera, los españoles podían disparar sobre el puente e impedir la comunicación con las dos casas. El trabajo se completó sin llamar la atención de los filipinos y se hizo de manera que la trinchera se pudiera ocupar y evacuar sin ser vistos.

Tres días después, el teniente colocó en la trinchera algunos hombres, que sorprendieron al enemigo dejando en la calle dos muertos y un herido grave. Los filipinos contraatacaron la mañana del 30 de marzo con un fuego sostenido desde la distancia, que duró hasta la noche, sin más novedad que la llegada de un cañón moderno de los abandonados por los españoles en Cavite, cuyos proyectiles, a pesar de impactar contra la iglesia, apenas causaron daños.

Aguinaldo, conocedor de lo prolongado del sitio, había enviado a la zona al General Tiño con numerosas fuerzas e instrucciones de tomar la iglesia, pero al llegar, los españoles causaron en sus tropas cerca de cincuenta bajas y Tiño volvió a informar de que la iglesia no podía ser tomada al asalto, a lo que al parecer Aguinaldo contestó que ya vería cómo sí era posible y le envió el cañón con tal propósito.

Los filipinos, hicieron sonar las trompetas llamando a parlamento varias veces, pero ante el silencio de los españoles, comenzaron a disparar de nuevo desde todas sus líneas. A la mañana siguiente, los filipinos intentaron parlamentar de nuevo, y al no recibir respuesta, alcanzaron a los españoles, con ayuda de una larga caña de bambú, una carta y un nuevo paquete con periódicos. Los españoles hicieron caso omiso de la entrega y el tiroteo continuó.

Durante los primeros ocho días de abril, el fuego apenas cesó y los españoles causaron varias bajas entre los servidores del cañón. El día 8 se acabaron el bacon y el café y apenas quedaban alubias, y a los españoles no les quedaba prácticamente otro remedio que rendirse, pero Cerezo pensó que, además de tener que humillar la bandera, deberían confiar sus vidas a los furiosos sitiadores y a los desertores y optó por continuar con la resistencia.

A los 282 días de sitio se acabaron los últimos restos de arroz, las habichuelas y el rancio tocino, pero los heróicos defensores de Baler continuaron en sus puestos, manteniendo la resistencia al estar convencidos que defendían territorio español. En vista de ello, los sitiadores hicieron más violentos los ataques, intentando incluso incendiar la iglesia. La actividad del Teniente médico es increíble. Enfermo de beriberi, incluso herido, se hacía trasladar en un sillón, allí donde su presencia es necesaria para ayudar a su compañero, jefe de la posición.

Médico Rogelio Vigil.Vigil de Quiñones, como buen médico, intuye lo que años más tarde serían conocidas como las vitaminas. A tal fin instruyó al Cabo Olivares para que con 10 soldados se acercaran al campo enemigo a requisar víveres frescos. Lograr tal objetivo permitió mejorar a los enfermos del beriberi al menos por algunos días.

Cierta mañana los sitiados escucharon cañonazos al Oeste de su posición, haciéndoles pensar en la llegada de socorro. Por la noche un potente reflector les busca. La alegría invadió el corazón de todos. A la mañana siguiente perciben un intenso tiroteo sobre la playa, pero al llegar la noche, el reflector dejó de alumbrar y el buque desde donde emitía el reflector, se alejó definitivamente.

El desconcierto y el desánimo invadieron a los sitiados, teniendo que actuar el Teniente Martín Cerezo con grandes dotes oratorias para elevarles el ánimo. Lo ocurrido fue lo siguiente: El buque de guerra americano Yorktown llegó a la playa con la intención de rescatar a los españoles, pues entonces también ellos eran enemigos de los filipinos al establecerse la Paz de París entre España y los EE. UU.

La tropa americana desembarcada fue copada por tropas tagalas, que parapetadas en la selva dominaban la playa. El desastre fue total. el oficial que los mandaba y 15 marines fueron muertos, obligando al resto a retirarse, alejándose el buque y dejando abandonados a los esperanzados españoles. A partir de entonces, los filipinos deciden atacar la iglesia diariamente para agotar a los sitiados. Pero no era el ejército filipino el que podría rendirlos, sino la falta de alimentos.

La hambruna era tan grande, que toda hierba, ratas, caracoles o pájaros que estaban a su alcance, por repugnante que fueran, eran comidos por los soldados sitiados. A finales de mayo del 99, persistiendo los ataques, los filipinos llegan hasta las mismas paredes de la iglesia, siendo rechazados en un cuerpo a cuerpo, dejando el enemigo 17 muertos y logrando algunos heridos regresar a sus posiciones.

Los continuos ataques, cada vez mejor organizados, pretendían acabar definitivamente con el punto de resistencia español. Pero un nuevo parlamentario llega hasta la iglesia, se identifica como el Teniente Coronel Aguilar Castañeda, perteneciente al E.M. del General de los Rios. Pequeños detalles hicieron dudar a Martín Cerezo de la autenticidad del nuevo parlamentario: su raro uniforme, sus pocos expresivos documentos de acreditación; e incluso el barco que, visible en la ensenada, aseguraban era para repatriarlos, pensaron, o creyeron ver, era un lanchón filipino enmascarado como un barco real.

Ciertamente los aparatos de observación que poseían no eran de gran calidad y para Martín Cerezo era increíble, que España hubiese abandonado Filipinas como insistentemente le decían. Esto era el factor base de su incredulidad. Rechazados los argumentos del Teniente Coronel Aguilar, el jefe, perplejo y aburrido, hubo de retirarse sin antes decirle al Teniente: «¡Pero hombre! ¿qué tengo que hacer para que Vd. me crea, espera que venga el General Ríos en persona?» A ello le contestó el Teniente: «Si viniera, entonces sí que obedecería las órdenes».

Tras once meses de férreo sitio sin prácticamente nada que comer, el Teniente Martín Cerezo, organizó una salida nocturna que acercándolos a la costa, les permitiera montar un punto fuerte en espera del paso de algún buque en dirección a Manila; cuando todo estaba dispuesto, al releer los periódicos que le dejó el Teniente Coronel Aguilar, encontró una noticia que le dejó perplejo, y a la que sólo podía tener acceso él. La nota decía que su amigo y compañero el Teniente Francisco Díaz Navarro pasaba destinado a Málaga a petición propia. Esta noticia se la había contado en secreto el propio Díaz Navarro.

Según se expresaría el mismo Martín Cerezo, «Aquella noticia fue como un rayo de luz que lo iluminara de súbito». Entonces reunió a la tropa, les relató cuál era realmente la situación y les propuso una retirada honrosa, sin pérdida de la dignidad y del honor depositado en ellos por España. Los heróicos defensores como tropa bien disciplinada, le dijeron a su Teniente que hiciera lo que mejor le pareciera. Ante el asombro de los filipinos, vieron izar en la iglesia la bandera blanca y oír el toque de llamada.

Seguidamente, hizo acto de presencia el Teniente Coronel jefe de las fuerzas sitiadoras, Simón Tersón, que escuchó a Martín Cerezo y le respondió que formulase por escrito su propuesta, añadiéndole, que podrían salir conservando sus armas hasta el límite de su jurisdicción, y luego renunciarían a ellas para evitar malos entendidos. El escrito que entregó el Teniente Martín Cerezo decía: «En Baler a 2 de junio de 1899, reunidos jefes y oficiales españoles y filipinos, transigieron en las siguientes condiciones: Primera: Desde esta fecha quedan suspendidas las hostilidades por ambas partes. Segunda: los sitiados deponen las armas, haciendo entrega de ellas al jefe de la columna sitiadora, como también de los equipos de guerra y demás efectos del gobierno español; Tercera: La fuerza sitiada no queda como prisionera de guerra, siendo acompañada por las fuerzas republicanas a donde se encuentren fuerzas españoles o lugar seguro para poderse incorporar a ellas; Cuarta: Respetar los intereses particulares sin causar ofensa a personas».

Y así, honorablemente, dio fin tras 337 días de asedio el «Sitio de Baler». Una vez arriada la bandera, el corneta tocó atención y los sitiados se aprestaron a abandonar su reducto. Los Tenientes Martín Cerezo y Vigil de Quiñones, enarbolando la Bandera Española, encabezaban una formación de soldados agotados, que de tres en fondo, y con armas sobre el hombro, abandonaban el último solar español en el Pacífico, desde marzo de 1521. Le hacían pasillo soldados filipinos en posición de firmes, entre asombrados e incrédulos.

 Una vez que los últimos de Baler se hubieron repuesto del tremendo agotamiento y con la ayuda de los filipinos, que cumplieron fielmente su compromiso, el Teniente Martín Cerezo y sus hombres hicieron el largo viaje en dirección a Manila, atravesando poblados y lugares tan conocidos como San José de Casiñán y San Fernando. Al fin llegaron a Manila el 6 de julio del 99.

Noticia gesta.Durante el viaje, al pasar por Tarlac, cuartel general del Presidente filipino, este acogió a los españoles ofreciéndoles obsequios y alojamiento. Lo que más agradeció Martín Cerezo del Presidente Emilio Aguinaldo, fue la entrega de un periódico en el que se publicaba un elogioso relato de los españoles y el Decreto, en un artículo único que decía: «Habiéndose hecho acreedora a la admiración del mundo de las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, la constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanza de auxilio alguno, han defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República, que bizarramente les ha combatido; a propuesta de mi secretario de Guerra, y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo en disponer lo siguiente: Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino por el contrario, como amigos; y en su consecuencia, se les proveerá, por la Capitanía General, de los pases necesarios para que puedan regresar a su país».

En Manila la comisión española encargada de recibirlos, los alojó en el Palacio de Santa Potenciana, antigua Capitanía General. La colonia española los colmó de homenajes y regalos. En una de las recepciones, el Teniente Martín Cerezo recibió el abrazo del Teniente Coronel Aguilar que en son de broma le dijo: «Y ahora, ¿me reconoce Ud.?». A lo que contestó el teniente «Si, señor. Y más me hubiera valido haberlo hecho entonces».

Por fin, el 29 de julio del 99 embarcaron en el vapor «Alicante» camino de España, llegando a Barcelona el 1 de septiembre, siendo recibidos por las autoridades civiles y militares. Los llamados «Los últimos de Filipinas» lo formaban 1 Teniente de Infantería, 1 Teniente médico, 2 Cabos, 1 Trompeta y 28 soldados.

En 1908 se concedió una pensión vitalicia de 60 pesetas mensuales transmisibles a los soldados o a los familiares de los que hubieran muerto en la iglesia; los oficiales ya habían sido distinguidos con una pensión, según información de Jesús Valbuena. Cuatro años antes se había concedido una pensión anual de 5.000 pesetas a la viuda del comandante Enrique de las Morenas. De los 33 de Baler, sólo 13 sobrevivieron a la Guerra Civil.

En 1945 vivían todavía ocho soldados y Franco benefició a tres de ellos con el grado de Teniente Honorario. El resto no había luchado durante la guerra en el bando del dictador y no fueron reconocidos con el mismo tratamiento que sus compañeros. En 1963 fallece el último de los supervivientes de Baler, Eustaquio Gopar.

Iglesia Baler hoy.En la iglesia de Baler (provincia de Aurora) hay una placa colocada en 1939 por el presidente Manuel L. Quezon, recuerda esta gesta, cuando los patriotas filipinos todavía continuaban con la guerra, pero ahora no contra los kastilas (que significa «españoles» en f ilipino), sino contra los useños.

En octubre de 1954, con motivo de la visita del Teniente General Muñoz Grandes como Ministro del Ejército Español al Pentágono.El jefe de E.M. del Ejército Norteamericano, Ridway, recordando el heroísmo de la guarnición de Baler dijo al General Español: «La resistencia de aquella guarnición inerme y destrozada, es un ejemplo admirable de la capacidad de heroísmo y de la fuerza, de las condiciones del soldado español». añadiendo, que, recomendaba a sus oficiales, la lectura de la famosa hazaña de Baler, como símbolo de un gran espíritu.

 

Los supervivientes de Baler a su llegada a Barcelona.Ultimos de Filipinas.

Teniente Saturnino Martín Cerezo, natural de Miajadas, Cáceres
Médico Rogelio Vigil de Quiñones , natural de Marbella, Málaga
Cabo Jesús García Quijano, natural de Viduerna de la Peña, Palencia
Cabo José Olivares Conejero, natural de Caudete, Albacete
Comandante Narciso de Vera Marrero, natural de La Laguna, Tenerife
Corneta Santos González Roncal, natural de Mallén, Zaragoza
Soldado Juan Chamizo Lucas, natural de Valle de Abdalajís, Málaga
Soldado José Hernández Arocha, natural de La Laguna, Tenerife
Soldado Luis Cervantes Dato, natural de Mula, Murcia
Soldado Manuel Menor Ortega, natural de Sevilla, Sevilla
Soldado Vicente Pedrosa Carballeda, natural de Carballino, Orense
Soldado Antonio Bauza Fullana, natural de Petra, Mallorca
Soldado Domingo Castro Camarena, natural de Aldeavieja, Ávila
Soldado Eustaquio Gopar Hernández, natural de Tuineje, Las Palmas
Soldado Eufemio Sánchez Martínez, natural de Puebla de Don Fadrique, Granada
Soldado Emilio Fabregat Fabregat, natural de Salsadella, Castellón
Soldado Felipe Castillo Castillo, natural de Castillo de Locubín, Jaén
Soldado Francisco Real Yuste, natural de Cieza, Murcia
Soldado José Pineda Turán, natural de San Felíu de Codinas, Barcelona
Soldado José Jiménez Berro, natural de Almonte, Huelva
Soldado José Martínez Santos, natural de Almeiras, La Coruña
Soldado Loreto Gallego García, natural de Requena, Valencia
Soldado Marcos Mateo Conesa, natural de Tronchón, Teruel
Soldado Miguel Pérez Leal, natural de Lebrija, Sevilla
Soldado Miguel Méndez Expósito, natural de Puebla de Tabe, Salamanca
Soldado Pedro Vila Garganté, natural de Taltaüll, Lérida
Soldado Pedro Planas Basagañas, natural de San Juan de las Abadesas, Gerona
Soldado Ramón Mir Brills, natural de Guisona, Lérida
Soldado Ramón Buades Tormo, natural de Carlet, Valencia
Soldado Ramón Ripollés Cardona, natural de Morella, Castellón
Soldado Timoteo López Larios, natural de Alcoroches, Guadalajara
Soldado Gregorio Catalán Valero, natural de Osa de la Vega, Cuenca
Soldado Marcelo Adrián Obregón, natural de Villalmanzo, Burgos
Soldado Bernardino Sánchez Cainzos, natural de Guitiriz, Lugo

HIMNO DE BALER, compuesto por Pedro Planas durante el asedio.
La obediencia, el valor, la hidalguía
nuestro lema contante ha de ser.
Con tan noble divisa, a porfía,
siempre, siempre sabremos vencer;
de la patria el recuerdo amoroso,
siempre fijo estarás.
Levantada y erguida la frente
bien se puede a la patria volver.
Somos del 2º nobles soldados
dignos seremos del Batallón.
Siempre en la brecha nos encontramos
dando la vida por la nación.
Viva el monarca que nos gobierna.
Viva la insignia del Batallón.
Viva España la hidalga tierra
sea primero nuestro pendón.

Web de un descendiente de los últimos de Filipinas.

 http://baleria.com/

Web 1898: El fin de un imperio.

http://www.eldesastredel98.com/generala.html

Video reportaje tele5.

 http://www.dailymotion.com/video/x4xw18_los-ultimos-de-filipinas_news

Video Los últimos de Filipinas.

http://www.youtube.com/watch?v=l-p4wYAQu-k

Video Eustaquio Gopar, el último de  «Los últimos de Filipinas».

 

Nota: Ufffff  que personal, con dos escuadrones de estos, tenemos todo el país defendido. Dales las medallas Zp, ya te refresqué la memoria, por si no te acordabas de sus hazañas.

   F.D.O.

          Catt69.

Corria el año 1538 y los turcos, el entonces invencible Imperio Otomano, se extendía imparable amenazando Europa y a toda la cristiandad.

El sultán Solimán el magnífico se había revelado como estratega incomparable, haciendo retroceder a los cristianos de Prevesa iniciando lo que parecía una segura conquista de todas las islas del Mediterraneo y el centro del continente europeo.

                                                                                         

En el Mediterráneo una ofensiva cristiana intentó eliminar el peligro que suponía la gran flota turca.

En 1535 D. Álvaro de Bazán y Andrea Doria conquistaron Túnez expulsando al temible almirante turco Khair ad Din conocido por toda la cristiandad  como Barbarroja.

Llamado a Estambul, Solimán le puso al mando de una gran flota y ejercito con orden de hacer la guerra a los infieles y controlar el Mar Mediterráneo.

Barbarroja, en 1537 capturó y saqueó las ciudades italianas de Otranto, Ugento y la fortaleza de Castro en la provincia de Lecce, justo en el tacón de la bota italiana.

Además capturó las islas de Syros, Aegina, Ios, Paros, Tinos, Karphatos, Kasos, Naxos y Corfu.

Esta fulminante campaña llevó a la desesperación a los venecianos que veían desaparecer todas sus bases en el Mediterráneo y su comercio arruinado.

Defendiendo sus intereses iniciaron una vigorosa campaña para la creación de una “Santa Liga” que recuperara los territorios arrebatados y expulsara al turco del mar.

El papa Pablo III hizo suya la idea y consiguió en febrero de 1538 la creación de una liga que aglutinara al propio Papado, la República de Venecia, Carlos V, el archiduque Fernando de Austria y los caballeros de la Orden de San Juan de Malta.

                                                                                

Carlos V reunió Cortes en Toledo para recaudar fondos pero se encontró con la resistencia títulos y señores de vasallos que no veían ganancias.

El emperador culpó del fracaso al Condestable de Castilla D. Pedro Fernández de Velasco y se quejó de él y ante él.

Este respondió con toda la cortesía debida a su señor pero firme en la resolución tomada.

Carlos, furioso amenazó con agarrarle por el pescuezo allí mismo y arrojarlo por la ventana ( Prudencio de Sandoval habla de arrojarlo del corredor en el que se hallaban ),el Condestable respondió “ Mirarlo ha mejor Vuestra Majestad, que si bien soy pequeño, peso mucho en Castilla”.

La flota constaría de 200 galeras más otras 100 naves auxiliares y el ejercito de 50.000 infantes y 4.500 de a caballo. Pero la guerra es muy cara y no fue fácil reunir las fuerzas requeridas.

No se consiguieron esas cifras, apenas unas 130 galeras y un ejercito en torno a los 15.000 infantes, la mayoría de ellos españoles.

El mando de la flota estaba disputado entre los comandantes de los diversos contingentes, aunque nominalmente lo tenía Andrea Doria, ya que Capello y Grimaldi, comandantes de las flotas papal y veneciana, prácticamente duplicaban la mandada por Doria.

Como comandante de la tropa nadie discutía la autoridad del virrey de Sicilia, Hernando Gonzaga.

Las divergencias en el mando de la flota hicieron mucho para restarle efectividad frente a un enemigo de la talla de Barbarroja, como se vio tras la batalla de Previsa en el golfo de Arta, pero aportaron el apoyo a las tropas de infantería que desembarcaron en la costa de Dalmacia y capturaron la ciudad de Castelnuovo.

Esta pequeña ciudad, situada en la actual Republica de Montenegro, era una fortaleza estratégica entre las posesiones venecianas de Cattaro y Ragusa, en la zona denominada Albania Veneciana.

Por ello Venecia inmediatamente reclamó para si la propiedad de la ciudad. Carlos V no estaba dispuesto a cederla y este sería el principio del fin de la Liga Santa.

La ciudad de Castelnuovo fue guarnecida con un Tercio de tropas veteranas españolas.

Para ello el antiguo Tercio de Niza, sucesor del Tercio de Málaga creado en 1536, fue disuelto y formado como Tercio de Castelnuovo quedando como Maestre de Campo el veterano Francisco de Sarmiento.                

Este tercio estaba castigado por un motín que tuvo a principios de año en la Lombardía. Por falta de paga las tropas que allí se encontraban crearon disturbios que tuvo que apaciguar el marques del Vasto con dineros que recaudó en esa tierra y buenas palabras entre la tropa.

Este, por orden del emperador Carlos V, envió la mitad de los amotinados al mando del maestre de campo Morales a Hungría junto con el archiduque Fernando, hermano del emperador, para ayudarle en las operaciones de hostigamiento que allá se iban a llevar a cabo contra el Turco. La otra mitad la puso bajo el mando de Francisco de Sarmiento.

                                                                                       

La composición del Tercio de Castilnovo. Lo formaban 12 compañías de infantería española de 300 hombres cada una.

Reforzaba el Tercio ciento cincuenta de caballería ligera que Prudencio de Sandoval en su “Historia de la Vida y Hechos del Emperador Carlos V” llama “ caballos capeletes”.

La artillería la mandaba el capitán Juan de Urrés y se componía de quince artilleros. Un pequeño contingente griego de tropa y caballeros con Ándres Escrápula y el caballero Jorge daban un total cercano a los 4.000 soldados.

También quedó en Castelnuovo el capellán genovés de Andrea Doria, de nombre Jeremías, a quien hicieron obispo de la ciudad junto con unos cuarenta mercaderes y clérigos.

El motivo de tener una guarnición tan numerosa estaba en el propio objetivo de la “Santa Liga”: Castelnuovo habría de ser la cabeza de playa de una ofensiva de los cristianos contra el corazón del Imperio Otomano.

Pero el destino de las tropas que se hallaban en la fortaleza dependía por completo del apoyo de la flota y esta solo se mantendría si se daban dos condiciones: que Barbarroja no los derrotara y que la “Santa Liga” permaneciera unida.

Y ambas opciones no se dieron. Primero la flota yá había sido derrotada por Barbarroja en Prevenza antes de la toma de Castelnuovo, en dicha jornada el capitán Machín de Monguía y sus trescientos vizcaínos se cubrieron de gloria al resistir durante todo el día a la flota enemiga.

En segundo lugar Venecia ya se encontraba arrepentida y no tardaría en retirarse de la “Santa Liga” pactando, más tarde, con el Turco un acuerdo desfavorecedor.

Sin las naves de Venecia la flota combinada no tenía oportunidad frente a la flota turca, más numerosa y con un comandante de la talla de Barbarroja secundado por el propio Dragut.

                                                                                                    

 EL Sitio.

Solimán mandó orden a Barbarroja que recompusiera la flota durante el invierno, la rearmara y la tuviera lista para la primavera.

Entonces embarcaría diez mil infantes y cuatro mil jenízaros para lanzarlos contra los defensores de castelnuovo.

Las fuerzas de Barbarroja, que llegaban a veinte mil bloquearían la ciudad mientras por tierra la sitiarían las fuerzas del gobernador de Bosnia, un persa de nombre Ulamen, con treinta mil soldados.

Envió, en junio, como avanzada treinta galeras para bloquear la salida del golfo de Cataro.

Estos llegaron el 12 de julio y ese mismo día desembarcaron mil soldados con intención de hacer aguada, de la que estaba la flota necesitada, y capturar a algún soldado o habitante que les proporcionara información.

Mientras estaban en estos menesteres veinte arcabuceros españoles hacían balance de la fuerza de la flota y de las tropas desembarcadas, comunicaron la información a sus oficiales y antes de la hora de comer los turcos fueron atacados por tres compañías mandadas por Machin de Monguia junto con la caballería de Lázaro de Corón.

Tras un violento combate los turcos fueron echados al mar. Esa tarde desembarcarían más gentes de armas para encontrarse con el propio Francisco de Sarmiento que, junto a los capitanes Álvaro de Mendoza, Olivera y Juan Vizcaíno, con seiscientos soldados les estaban esperando.

Mataron a trescientos y les tomaron treinta prisioneros obligando al resto a reembarcar. El día 18 de julio de 1539 llegó la flota de Barbarroja que inmediatamente empezó a desembarcar tropas y artillería, esperando la llegada de Ulamen que se presentó pocos días después.

Durante cinco días estuvieron construyendo trincheras y baluartes para las cuarenta y cuatro piezas de artillería que tenían entre el campamento de Barbarroja y el de Ulamen que estaba situado al norte. Allanaron el campo hasta Castelnuovo para facilitar las operaciones.

En este tiempo no estuvo ociosa la guarnición que hizo varias salidas haciendo pagar caro en vidas las obras que se hacían. En una de ellas moriría Agi, uno de los capitanes favoritos de Barbarroja.

La ciudad también sería batida por mar ya que habían embarcado diez piezas de artillería en otras tantas galeras.

Ocurrió que los jenízaros decidieron dar una escaramuza pero fueron sorprendido por una fuerza de ochocientos españoles que los desbarataron dejando el campo sembrado por los cadáveres de cientos de jenízaros.

Enterado Barbarroja de lo que había sucedido tuvo un arrebato de cólera ya que las perdidas de este cuerpo selecto no eran fáciles de reponer y sumados a los casi mil muertos que habían tenido había que unir otros tantos heridos.

Esta fue una humillación que le escoció mucho y para evitar que se repitiera dio ordenes tajantes prohibiendo que se hicieran escaramuzas como la que tan mal había acabado.

Sarmiento había aprovechado los meses que tuvo para acondicionar las defensas de la ciudad, reparar las murallas y los baluartes, construir  otros nuevos y reforzar los que tenían necesidad de ello, pero no pudo hacer demasiado al carecer de medios para ello ya que no se planteó la fortificación de la ciudad por ser esta el punto de partida de un ataque general y no querer que la construcción alertara al turco para un ataque inmediato.

Además envió al capitán Alcocer a España, a Pedro de Sotomayor a Sicilia y al capitán Zambrana a Brindisi. Todos tenían orden de presentar las necesidades de la guarnición de socorro y trabajar en que este fuera enviado lo antes posible. No consiguieron nada y Sarmiento perdió el apoyo de tres buenos capitanes.

El día 23 de julio, teniendo Barbarroja su campamento y ejercito preparado, la artillería lista y con una enorme superioridad frente a la guarnición que se hallaba aislada y sin posibilidad de recibir apoyo o suministros, hizo una oferta a los españoles que dentro había.

Las condiciones de la rendición eran honrosas: se les facilitaría el paso hasta Italia de todas las tropas, conservarían las armas y saldrían de la ciudad con las banderas desplegadas que conservarían, además, añadía el incentivo de dar 20 ducados a cada soldado.

Lo único que pedía era que abandonaran la artillería y la pólvora.

Dos cabos de escuadra de la compañía del capitán Vizcaíno; Juan de Alcaraz y Francisco de Tapia, que lograron regresar a Nápoles y dejaron escrito el relato de los sucesos toman a hora la palabra:-“ …el maestre de campo consultó con todos los capitanes, y los capitanes con sus oficiales, y resolvieron que querían morir en servicio de Dios y de S.M., y que viniesen quando quisieren”.

Frente a ellos, que para entonces sumaban poco más de tres mil, un ejercito de cincuenta mil más la marinería de la flota.

Aislados, sin posibilidad de recibir refuerzos o suministros, mucho menos ser liberados por amigos. Escasos de pólvora, alimentos y munición y ante la generosa oferta la respuesta es: – ¡Que vengan cuando quieran!.

El día 24 se inició el gran asalto de la ciudad y todo el día duro el combate que debió de ser muy caro en vidas ya que los turcos utilizaron al tiempo infantería y artillería causando esta última bajas entre los propios turcos.

Durante la noche los españoles trabajaban para reforzar las defensas y albarrar las brechas. Al continuar el ataque el día 25, festividad de Santiago Apóstol, el obispo Jeremías se probó como bueno al permanecer con la tropa animándolos y confesando a los heridos haciendose presenteen todo el  perímetro atacado.

                                                                                         

Seis mil muertos quedaron en el campo por parte del enemigo, muchos menos los de los defensores, Prudencio de Sandoval menciona cincuenta pero es probable que bastantes fallecieran en sucesivos días por sus heridas así mismo el número de heridos debió de ser elevado para tan reducida guarnición.

Firmes permanecieron las defensas tras los terribles combates y los sitiados lejos de sentirse deprimidos por lo desigual de la lucha parecían enardecerse cada vez más al punto que Sarmiento, como comandante prudente, tenía que refrenar sus ánimos.

Decidieron los españoles, y aprobó su comandante, hacer una escaramuza ya que era practica en la que estaban muy duchos y así llevar la guerra al campamento enemigo. Una mañana salieron seiscientos contra los sitiadores cogiendolos desprevenidos.

En algunos puntos no pudieron contenerlos y se creó el pánico, incluso entre los jenízaros, por lo que atropellaron su propio campamento derribando las tiendas incluida la del propio Barbarroja.

La guardia de este pensando que los cristianos podían hacer prisionero a su señor lo agarraron en volandas y sin hacer caso de sus protestas lo llevaron hasta las galeras junto con el estandarte del sultán que pendían frente a la gran tienda.

Barbarroja blasfemaba y no precisamente en arameo por el resultado del ataque de los españoles cuando un judío ropavejero natural de Nápoles le hizo ver que el eje de la defensa era un castillejo que se hallaba en la zona alta.

Por ello decidió cambiar la estrategia: durante los siguientes días la mayor parte de la artillería se concentraría en el castillejo del alto, el resto de los cañones continuaría castigando los frágiles muros de la ciudad.

El 4 de agosto se decidió al asalto de los restos del castillo. Este se encontraba completamente desecho y sus casamatas arruinadas. Al ser un punto principal para la defensa Sarmiento había ido reforzando durante los días anteriores la guarnición y retirado a los heridos que cada vez eran más.

Al amanecer se inició el asalto y el combate duraría la mayor parte del día. Los defensores se animaban los unos a los otros y allí volvió a destacar la figura del capitán Machin de Monguía; dirigiendo, atacando, defendiendo, animando…

                                                                                       

Al caer la noche los restos de la guarnición se retiraron con sus heridos a la muralla abandonando el castillo en poder del enemigo, pero este era un montón de ruinas sin utilidad alguna.

La jornada había sido muy cara en vidas. De los oficiales de la guarnición del castillo solo volvieron Masquefá, Monguía, Haro y el alférez Galaz, todos los demás habían caído con las armas en la mano.

Estaba Barbarroja muy preocupado contemplando el alto precio pagado por un castillejo cuando llevaron hasta él a tres desertores; dos españoles de nombre Cortina y Ocaña y un portugués apellidado Vázquez.

Estos animaron al almirante a continuar con los asaltos ya que los españoles habían tenido muchas bajas, la mayoría estaban heridos y todos estaban agotados por los combates del día y los trabajos de reconstrucción que se llevaban a cabo durante las noches.

Además, insistieron, no tenían apenas pólvora y munición. Contaron que cierto soldado, bastante necio, que estaba muy mal enquistado con el contador Luis López de Córdoba viendo que este estaba sentado sobre un barril de pólvora mientras repartía las raciones prendió la mecha.

Del pobre contador no debió quedar ni las raspas, lo mismo que los que estaban cerca ya que se prendió mucha pólvora.Y sinceramente espero que se abrasara también el estúpido que provocó el desastre.

¡ Que típico es esto de mantener nuestros rencores incluso cuando más necesidad hay de estar todos juntos contra un enemigo común!.

El 5 de agosto se inició un nuevo ataque contra la muralla. Barbarroja, después del informe de los desertores, estaban muy seguro de poder tomar  Castelnuevo muy pronto y por ello lanzó a los jenízaros y ordenó desmontar a la caballería para que se uniera al ataque general.

Cuanto más presionaban los atacantes mas empeño ponían los defensores en echarlos sabiendo que les iba en ello la vida y que no podían esperar clemencia del enemigo.

El día terminó con la perdida de una torre de la muralla que había caído en poder del enemigo y desde donde ondeaba su bandera. D.Francisco de Sarmiento enterado de la perdida de la torre ordenó que se preparase una mina para  echarlos de allí.

Pero esta debía estar mal hecha o se derrumbó tierra encima de ella ya que la deflagración no salió para arriba sino por donde la habían colocado. Murieron abrasados los soldados que la pusieron y el minador, un zaragozano de nombre Miguel Formín.

El día 6 de agosto amaneció con un fuerte aguacero que acabó de arruinar los restos de la muralla. Pero lo peor es que también arruinó las mechas de los arcabuces y de la pocas piezas de artillería que tenían junto con la última pólvora.

Ese día se combatió con la espada, la pica y el cuchillo y en común tenían los soldados de ambos bandos que en la muralla morían y que luchaban como lobos.

Para entonces solo estaban en la enfermería los moribundos, todo aquel que pudiera empuñar un arma se arrastraba hasta el combate prefiriendo morir en la lucha que esperar ser asesinado en el lecho.

El día 7 fue el del asalto definitivo. Francisco de Sarmiento iba a caballo, tenia tres flechazos en la cara y cabeza por lo que apenas podía moverse, animando a los supervivientes. Todos eran sabedores que el fin se acercaba y ese era el último día de lucha.

La ciudad ya no tenía murallas, estas estaban rotas y caídas. Era imposible tratar de mantener unas murallas que ya no existían y cada vez quedaban menos soldados sanos por lo que Sarmiento dio la orden de retirada a los 600 supervivientes y estos e retiraron; “..escuadrón tras  escuadrón..”.

La idea de Sarmiento era refugiarse en el castillo de la parte de abajo de la ciudad, donde se hallaba refugiada la población. Paso a paso fueron retirándose con perfecto orden y disciplina sin perder la cara al enemigo.

Cuando llegaron a la gran plaza que se halla enfrente del castillo bajo, Sarmiento se encontró que la puerta de esta estaba cerrada.

Al pedir que abrieran para permitir el paso de los soldados le contestaron que no podían hacer tal cosa por estar esta tapiada pero que podían bajarle una cuerda para izarle.

-“ Nunca Dios tal quiera que yo me salve y los compañeros se pierdan sin mi”. fue la respuesta y partió a reunirse con los capitanes Juan Vizcaíno y Sancho Frias que no lejos combatían. Para entonces estaban los españoles rodeados y luchaban “..espalda contra espalda”.

El documento testimonio de los dos cabos de escuadra supervivientes relata con sobriedad los últimos momentos del combate:
-“ ..Y Francisco Sarmiento andaba  a caballo y bien herido. Y queriéndolo (salvar) no quiso, y dio espuelas a su caballo, y metióse peleando en la mayor furia de los jenízaros. Que no se halló muerto ni vivo, ni saben qué se hizo”.

 Cayó Castelnuovo, en el asalto murieron casi todos los jenízaros y dieciséis mil de otras unidades. De las tropas españolas apenas doscientos quedaron con vida, muchos de ellos heridos.

Uno de los prisioneros era el valiente vizcaíno Machin de Monguía, enterado de ello Barbarroja le ofreció la libertad y un puesto en su ejercito, pues le admiraba mucho por su acción en la batalla de Previsa.

La respuesta exacta del bravo soldado la desconocemos pero no cual era ya que Barbarroja ordenó que fuera degollado sobre el espolón de la galera almiranta.

También fueron degollados la mitad de los prisioneros para dar contento a la tropa, furiosa por las perdidas que habían sufrido para tomar la ciudad, junto con todos los religiosos.

Seis años después de estos sucesos, el 22 de junio de 1545, entró en el puerto de Mesina una galeota de la que desembarcaron un grupo de prisioneros escapados de  prisiones de  Constantinopla.                                                                                                                                                                                        

Entre ellos había veinticinco supervivientes de Castelnuovo: el castellano de la ciudad Luis de Godoy; Juanes de Joya, capitán; Juan Milló, alférez; el sargento Salazar; Diego de Quiñones; Martín de Alarcón; Diego de Alarcón; Antonio de Quesada; Andronico de Espinosa; Domingo de Cádiz; Juan de Andujar; Francisco de Baeza; Juan de Illanes; Juan de Madrid; Juan Catalán; Jaime Mallorquín, Pedro de Tarragona y Hernán Carrillo; Feliche; Hurtado; Montilla; Cabrera; Villagómez; Mendoza y Andrés (quizás falte alguno y sobre otro, haber si alguien tiene una relacción completa y exacta).

                                                                                      

La defensa de Castelnuovo fue cantada por poetas y alabada por toda Europa.

Los soldados que participaron en este desigual combate fueron comparados con héroes mitológicos o de la historia clásica y dándolos ya por inmortales ya que la magnitud de la hazaña hacía imposible que se olvidaran de ellos.

 Soneto 217 de Gutierre de Cetina (1520-57) titulado : “A los huesos de los españoles muertos en castelnuovo”

“Héroes gloriosos, pues el cielo

os dio más parte que os negó la tierra,

bien es que por trofeo de tanta guerra

se muestren vuestros huesos por el suelo.

Si justo es desear, si honesto celo

en valeroso corazón se encierra,

ya me parece ver, o que sea tierra

por vos la Hesperia nuestra, o se alce a vuelo.

No por vengaros, no, que no dejastes

A los vivos gozar de tanta gloria,

Que envuelta en vuestra sangre la llevastes;

Sino para probar que la memoria

De la dichosa muerte que alcanzastes,

Se debe envidiar más que la victoria.

Capitanes de las 12 compañías del Tercio de Castilnovo.

1. MdC Francisco Sarmiento de Mendoza y Manuel.

2. Machín de Munguía y Millán, ex capitán del tercio de Málaga, Niza, Garcilaso o Vargas, por todos estos nombres fue conocido en su corta vida.

3. Luis de Haro, que habia sucedido en la compañía de Pedro de Vijea, del Tercio de Málaga.

4. Juan Vizcaíno y Mendoza, formada con parte de los reformados de Lombardía en agosto de 1538.

5. Pedro Silva, formada con los reformados de Lombardía en 1538.

6. Sancho de Frías, formada con los reformados de Lombardía en 1538.

7. Juan Pérez de Zambrana, nacido en Borgoña (Franco Condado), ex capitán del tercio de Málaga.

8. Luis Cimbrón o Zimbrón, abulense, ex capitán del tercio de Málaga y padre de Toribio Cimbrón, que también sería capitán con el duque de Alba    en Flandes.
Murió en Castilnovo, dándose su compañía a Francisco de Olivera, natural de Mondéjar, que cayó prisionero y     fue cautivo. Fue de los   que consiguió escapar en la galeota turca de la que se apoderó el baezano Juan Periche de Cabrera en 1546.

9. Domingo de Arriarán, ex capitán del “Tercio del Reyno” o de Nápoles, reformado disciplinariamente en Lombardía en agosto de 1538.  Su compañía se salvó de la disolución por no hallarse culpado en los fraudes reiterados cometidos por los demás capitanes de su tercio,   excepción que también alcanzó al conde della Novellara, napolitano, que fue destinado con la suya al de Lombardía.

10. Pedro Ruiz Gallego, que sucedió en la compañía de Luis de Alcocer, formada con los reformados de Lombardia en 1538, al obtener éste licencia     para regresar a España.

11. Juan Pérez de Bocanegra, ex capitán del tercio de Málaga. Murió el 25.X.1538 en la primera escaramuza ante Castilnovo y se dio su compañía a    Pedro de Sotomayor.

12. Jaime de Marquesa o Marquina, también preso y cautivo, fue otro de los que consiguió escapar con Periche de Cabrera.  Aun no se ha establecido plenamente su identidad dado que en algunas muestras aparece como Marquesa, pero en la amplia relación sobre su huída    de Constantinopla consta inequívocamente como Marquina.

 Mariano y Zp que se os atraganta la piruleta, jaja.

        F.D.O.

               Catt69.
 

Álvaro de Bazán y Guzmán (Granada,12 de diciembre de 1526–Lisboa,9 de febrero de 1588), primer marqués de Santa Cruz, militar, almirante español y caballero de la Orden de Santiago.

Su abuelo sirvió en la Guerra de Granada con los Reyes Católicos y su padre fue marino al servicio de Carlos I.

De raiz noble navarra, el escudo familiar es un tablero de ajedrez, se dice por jugar a este juego antes de la batalla.  Se han añadido las ocho cruces de San Andrés que rodean al tablero de ajedrez.

                                                                                  

La monarquía les concedió los señoríos del Viso del Puerto y de Santa Cruz de Mudela, que pasarían a pertenecer a don Álvaro.

Su padre, marino de prestigio, conocido como Don Álvaro «el Viejo» (La Jornada de Túnez), llegó a ser Capitán General de las Galeras de España y de doña Ana Guzmán, hija del conde de Teba y marqués de Ardales, se inició muy joven en la mar con su padre patrullando las costas de Gibraltar.

Con 2 años de edad, Carlos V le entrega el hábito de Santiago, por admiración del emperador por su padre. Siete años más tarde, recibe el título de Alcaide de Gibraltar.

Con él hundió las naves francesas que navegaban por las costas de Galicia en 25 de julio de 1544, conducidos los prisioneros a Coruña, quedaron a cargo del joven.

 En 1556, Felipe II encomienda a don Álvaro la escuadra de galeras reales de Nápoles; reconquista el peñón de Vélez de la Gomera, defiende Malta, Génova, Venecia y Corfú.

El 7 de octubre de 1571, al mando de la 4ª flota de galeras, (integrada por 30 navíos) actúa en Lepanto, destruyendo 25 navíos enemigos,  decisivo para la victoria.

                                                                               

 En el año 1582. El reino de Portugal se unió a España bajo el reinado de Felipe II. Un opositor, Felipe Strozzi, dirige una operación para liberar el reino portugues.

El Marqués de Santa Cruz, fué nombrado para sofocar la rebelión, en un combate que tendrá lugar el 26 de julio de 1582 en la Isla Terceira (Azores).

Dirigió sus 28 navíos contra los 60 de Filippo Strozzi que aplastó, sofocó el movimiento independentista y sujetó la permanencia del Reino de Portugal bajo la tutela de Felipe II muchos años.

                                                                                

 Los corsarios británicos y franceses  hostigaban frecuentemente barcos y costas españolas,  Don Álvaro instigó al rey para crear una armada de escarmiento.

Argumentando  que la reina Isabel I de Inglaterra era protestante y luchaba contra el catolicismo. Felipe II, ferviente católico, accedió a los preparativos.

Después de  casi tres años de trabajos  preparando la armada invencible, unas fiebres  acabaron con su vida el 9 de febrero de 1588, en Lisboa.

El mando de la Armada Invencible recaería sobre Alonso de Guzmán, Duque de Medina Sidonia; poco talento, mala planificación y recursos escasos unido  a la obstinación real, acabó en  fracaso.

Está enterrado en el Viso del Marqués junto con su esposa, doña María Manuela de Benavides.
 

Sus campañas más destacadas fueron:

La derrota de la armada francesa en aguas de Galicia.
la conquista de la isla de La Gomera.
el socorro a la isla de Malta.
la batalla de Lepanto.
la batalla naval y ocupación de la isla Terceira o Tercera (Azores).En esta batalla se emplearon por primera vez, fuerzas de infantería de tierra para ocupar playa y terreno, es el el nacimiento de la Infantería de Marina.

Logros militares de  Álvaro de Bazán; uno de los más grandes marinos de España:

Islas rendidas: 8
Ciudades rendidas: 2
Villas rendidas: 25
Castillos y fuertes tomados: 36
Capitanes generales derrotados: 8
Maestres de campo derrotados: 2
Señores y caballeros principales derrotados: 60
Soldados y marinos franceses rendidos: 4.759
Soldados y marinos ingleses rendidos: 780
Soldados y marinos portugueses rendidos: 6.243
Prisioneros cristianos liberados: 1.564
Galeras reales capturadas: 44
Goletas capturadas: 21
Galeones y naves de alto bordo capturados: 99
Bergantines capturados: 27
Caramuzales turcos apresados: 7
Cárabos moriscos apresados: 3
Galeazas apresadas: 1
Piezas de artillería capturadas: 1.814.

Por sus hazañas el rey Felipe II le concedió el título de Marqués y tomo el nombre de Marques de Santa Cruz por ser señor de la villa de Santa Cruz de Múdela, con lo que el Viso del Puerto paso a llamarse Viso del Marqués.

Fué nombrado Capitán de la Mar Océana y Almirante de la Marina y le compró al rey  el señorío de la villa de Valdepeñas.

Se construyeron a fines del siglo XVI dos palacios, uno en la plaza mayor de Valdepeñas, que no se conserva,y otro al lado de la iglesia parroquial de El Viso del Marqués, que sí se conserva y es utilizado actualmente como Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán.

                                                                              

La obra de este último se comenzó en 1564 según las trazas de Giovanni Castello, el Bergamasco, según dice Ceán Bermúdez, aunque Fernando Marías opina que el Palacio fue proyectado por Enrique Egas el Mozo y continuado por el Bergamasco cuando llegó de Italia acompañado de buenos artistas y decoradores.

El palacio es considerado una Joya del Renacimiento español siendo el único de estilo italiano que se conserva en toda España.

Don Álvaro cubrió este magnífico palacio renacentista de incontables frescos de los pintores manieristas italianos Cesare Arbasia y toda la familia Peroli, Nicolás, Esteban, Francesco y Giambattista Peroli, que hizo llamar de Italia, para narrar con imágenes sus hazañas militares en paralelismo con las del héroe mitológico Hércules.

El marqués vivió entre la Corte y el puerto de Sevilla al que como marino  acudía frecuentemente; su preocupación principal fué liberar prisioneros de los musulmanes.

En la iglesia parroquial se encuentra como un cocodrilo disecado colgado de la bóveda central, regalo al marqués de un bajá musulmán en uno de sus viajes.

Los marqueses de Santa Cruz protegieron las artes y las letras, varios escritores les dedicaron algunas de sus obras (Góngora, entre otros).

Su mentor fué Pedro González de Simancas, le instruyó un humanísmo refinado y gran  estimación por poetas y humanistas, que siempre protegió y apoyó economicamente.

Don Álvaro es muy posible que protegiera a Bernardo de Balbuena y otros poetas, como un desconocido «bachiller Jarana».

El hijo de don Álvaro protegió a Félix Lope de Vega, quien le dedicó una comedia, y durante el siglo XVIII fueron ilustrados.

Fomentaron la industria y la educación en sus señoríos, protegiedo a escritores e intelectuales ilustrados como Carlos de Praves, José Viera y Clavijo o Manuel Lanz de Casafonda, fueron mentore de sus hijos.
Poesía dedicada por Lope de Vega en 1588 a D. Álvaro de Bazán:

El fiero turco en Lepanto,
en la Tercera el francés,
y en todo mar el inglés,
tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido
por la cruz de mi apellido
y con la cruz de mi espada.

 NOTA.

Apunten Zp y Mariano haber si aprenden algo; pasen estas virtudes al mundo empresarial y político verán como triunfamos.

En la guerra: Determinación y estrategia .
En la Victoria: Unión y Humildad .
En la derrota: resistencia.
En la Paz: Cautela.

  F.D.O.

                      Catt69.